Lo importante es mantener a la población en estado de continuo miedo, por lo que las noticias se contradicen de un día para otro. Así se mantiene un Estado de emergencia nacional interminable, justificando cualquier abuso de las autoridades.George Orwell.
Pese a haber sido malinterpretada muy a menudo (no hay más que ver lo baqueteado que está el apelativo 'Gran Hermano', o cómo el mensaje superficial del libro es usado como arma arrojadiza tanto por grupos de derecha como de izquierda), la influencia de este clásico absoluto de George Orwell es indiscutible, y habla de muchas cuestiones que están a la orden del día: la guerra perpetua, la vigilancia gubernamental, el negacionismo histórico y muchos otros temas. Un clásico absoluto porque, tristemente, nunca pasa de moda.
Hacia el final de su novela 1984, George Orwell nos describe cómo el gobierno totalitario del Gran Hermano atrapa por fin al protagonista del libro, Winston Smith. Bueno, en realidad descubrimos que Winston había estado controlado por tal poder supremo durante todo momento y movimiento de la narración. Pero es cuando nos acercamos a su final que los gobernantes dan el paso de apresarlo. Y de torturarlo.
Winston había osado desafiar la fe en el Gran Hermano. De modo que resultaría razonable esperar que los tormentos que le infligen estuvieran destinados a hacerle recuperar tal fe. Forzar a Winston a profesar su adhesión, ¡incluso su devoción!, al gobierno que lo domina, que ahora lo mortifica, parece una excelente forma de subyugarlo. Al fin y al cabo, como nos recuerda Slavoj Žižek, la medida más terminante para imponerse a un niño díscolo no es obligarle a visitar a la abuelita que odia. El medida más terminante es obligarle a que tal visita incluso le guste.
Que te diviertas!
Hacia el final de su novela 1984, George Orwell nos describe cómo el gobierno totalitario del Gran Hermano atrapa por fin al protagonista del libro, Winston Smith. Bueno, en realidad descubrimos que Winston había estado controlado por tal poder supremo durante todo momento y movimiento de la narración. Pero es cuando nos acercamos a su final que los gobernantes dan el paso de apresarlo. Y de torturarlo.
Winston había osado desafiar la fe en el Gran Hermano. De modo que resultaría razonable esperar que los tormentos que le infligen estuvieran destinados a hacerle recuperar tal fe. Forzar a Winston a profesar su adhesión, ¡incluso su devoción!, al gobierno que lo domina, que ahora lo mortifica, parece una excelente forma de subyugarlo. Al fin y al cabo, como nos recuerda Slavoj Žižek, la medida más terminante para imponerse a un niño díscolo no es obligarle a visitar a la abuelita que odia. El medida más terminante es obligarle a que tal visita incluso le guste.
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