Las tecnologías que surten los efectos más notables en la vida humana suelen ser sencillas. Un magnífico ejemplo de una tecnología simple con importantes consecuencias históricas es el heno. Nadie sabe a quién se le ocurrió la idea de segar la hierba en otoño y almacenarla en cantidades suficientes de modo que los caballos y las vacas sobrevivieran durante el invierno. Solo sabemos que el imperio romano desconocía esta tecnología, aunque se conocía en todas las aldeas europeas durante la Edad Media. Al igual que muchas otras tecnologías cruciales, el heno surgió de forma anónima durante el llamado Oscurantismo.
Según la Teoría de la Historia del Heno, esta invención fue el acontecimiento decisivo que desplazó el centro de gravedad de la civilización urbana desde la cuenca mediterránea al norte y el oeste de Europa. El imperio romano no necesitaba el heno, dado que en el clima mediterráneo la hierba también crecía lo suficiente durante el invierno para que pastara el ganado. Al norte de los Alpes, sin embargo, las grandes ciudades que dependían de la fuerza motora de los caballos y los bueyes no habrían sobrevivido sin él. De modo que gracias al heno crecieron las villas y florecieron las civilizaciones entre los bosques del norte de Europa. El heno desplazó la grandeza de Roma a París y Londres y más adelante a Berlín, Moscú y Nueva York.Freeman Dyson, El infinito en todas las direcciones, 1988
21 abril 2024
Teoría de la Historia del Heno
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