Como estaba claro que el escenario bélico sería aeronaval y como el primer contendiente de las fuerzas argentinas sería la Flota Real con las tropas terrestres, la logística y los medios aéreos a bordo, quedaba claro también que la dueña militar del campo sería la Armada. En el curso de abril la Armada facilitó un destructor tipo 42 similar a los británicos Sheffield y Coventry, para observar cómo se comportaban los sistemas de armas de una moderna fragata misilística ante un ataque aéreo y así ensayar vías posibles de ataque. El resultado fue desalentador: los sistemas detectaban fácilmente a los aviones atacantes. Sin embargo, al finalizar la operación, quienes la protagonizaron volaron rasantes sobre el agua a modo de saludo y levantaron altura justo encima del buque. El jefe del escuadron de M-V Dagger, vicecomodoro Sapolski, notó que "el pasaje de despedida no fue advertido electrónicamente". Esta instancia, sólo experimentada por los pilotos de aquellas aeronaves, se transmitió a los demás sistemas.
Los análisis arrojaban que de cuatro atacantes sobreviviría uno; deberían ir ocho para volver cuatro; para atravesar la cortina misilística de las fragatas mejor artilladas, harían falta 27 aviones para que sólo uno pase y dé en el blanco. La hipótesis de que los pilotos pudieran pensarse atacando a la Royal Task Force con un mínimo de éxito no resistía la teoría y, por lo tanto, quedaba refutada antes de empezar.
Dijo el entonces vicecomodoro,Manuel Mariel: "Fuimos porque había que ir".
Esa respuesta tenía toda la fuerza de la convicción que deriva del adiestramiento para la guerra y el sentido de obligación y responsabilidad de pertenecer a una Fuerza Armada en cuyo precepto figura,en lugar prominente "defender la Patria".
"Experiencia de Halcón", de Rosana Guber, resumido por Mary Meb.
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