La Tierra está menos sola de lo que se creía. Nuestro planeta tiene un pequeño "perrito faldero" desconocido hasta ahora, un asteroide de 300 metros de diámetro tipo troyano, como se denomina a los que acompañan a un planeta a lo largo de su órbita alrededor del Sol, que puede escoltarnos durante unos 10.000 años y que, por lo menos, ya ha pasado con nosotros unos 1.800.
Su presencia ha resultado muy difícil de detectar al permanecer la mayor parte del tiempo bajo la luz de día. Con este descubrimiento, la Tierra se une a Júpiter, Marte y Neptuno en la lista de planetas que tienen compañeros troyanos.
La investigación, llevada a cabo por científicos canadienses, aparece publicada en la revista Nature, que le ha dedicado su portada.
Los asteroides troyanos son capaces de orbitar conjuntamente y de forma estable con un planeta permaneciendo cerca de uno de los "puntos triangulares", 60 grados por delante o por detrás de su órbita. Aunque su existencia ya se sospechaba desde finales del siglo XVIII, el primer troyano fue descubierto en 1906 por el astrónomo alemán Max Wolf y fue denominado "Aquiles", en honor al héroe de la guerra de Troya.
Se conocen unas 4.000 rocas espaciales de este tipo y la inmensa mayoría pertenece a Júpiter.
El resto se reparten entre Marte y Neptuno y, ahora, también la Tierra. Los científicos siempre se han preguntado si teníamos semejantes compañeros, pero su trayectoria los sitúa casi todo el tiempo en el cielo diurno, lo que hace muy complicado que puedan ser vistos.
Los científicos, dirigidos por Martin Connors, de la Universidad de Athabasca, en Canadá, fueron capaces de dar con el pequeño asteroide con la ayuda del satélite WISE de la NASA, lanzado en 2009 y que examina el cielo entero en cuatro longitudes de onda infrarrojas. Sus potentes cámaras ya han detectado 500 objetos cercanos a la Tierra. Al examinar las órbitas de estos objetos, los investigadores identificaron a la roca acompañante que se sitúa delante de la Tierra en su camino alrededor del Sol, a la que llamaron 2010 TK7. Observaciones realizadas con el telescopio Canadá-Francia-Hawai confirmaron que se trataba de un troyano.
Los científicos han analizado las características de 100 órbitas clónicas de 2010 TK7, y son capaces de predecir que han sido estables durante unos 1.800 años en el pasado y que lo serán al menos durante 5.000 en el futuro. Hacer predicciones más allá de 7.000 años todavía es muy complicado.
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