Hay dos maneras de engañarse. La primera consiste en creer lo que no es verdad. La segunda consiste en negarse a creer lo que es verdad.Soren Kierkegaard
El Gobierno publicará una ley para que los burros vuelen. Pasado un tiempo, se comprobará que los burros, pese a su obligación legal de volar, no lo hacen. Entonces el Gobierno justificará el fracaso de la ley alegando que no se ha gastado lo suficiente para que los burros vuelen.
La gente sensata protestará alegando que los burros son burros, no águilas. Entonces, el Gobierno activará sus medios de propaganda para denunciar que hay sectores en nuestra sociedad que odian a los burros y quieren negarles su derecho a volar.
Con el tiempo, una parte importante de la población se olvidará de la cuestión clave, que es que los burros, en efecto, no son águilas. Y el debate derivará hacia la prevalencia de la obligación moral de amar a los burros y defender su inalienable derecho a volar como las águilas.
A tal efecto, el Gobierno legislará y establecerá el delito de odio al burro volador. Y, para reeducar a los que no creen en los burros voladores, se creará la figura del educador en perspectiva de burros voladores.
Pero, pese a todos los esfuerzos y después miles de millones de euros gastados, los burros, queson muy suyos, no volarán. Y aflorarán las críticas. Entonces el Gobierno lanzará su consigna: "¡Ni un paso atrás en la defensa de los burros voladores!"
Décadas después, los burros seguirán sin volar. Pero, para entonces, el burro volador se habrá convertido en un símbolo. Y a su alrededor habrá florecido un universo de observatorios, subvenciones, asociaciones... Su peso en las citas electorales será enorme.
Habrá un Día Mundial del Burro Volador, huelgas estudiantiles, y de las otras, en defensa del burro volador, y numerosos papers ofrecerán datos agregados sobre la población de burros y la aplicación del derecho a volar.
Y los partidos que antes consideraban al burro volador como un disparate legislativo, moderarán su discurso. No reconocerán el derecho del burro a volar, pero sí su derecho a poder saltar como gacelas.
Via Pablin
Que te diviertas!
La gente sensata protestará alegando que los burros son burros, no águilas. Entonces, el Gobierno activará sus medios de propaganda para denunciar que hay sectores en nuestra sociedad que odian a los burros y quieren negarles su derecho a volar.
Con el tiempo, una parte importante de la población se olvidará de la cuestión clave, que es que los burros, en efecto, no son águilas. Y el debate derivará hacia la prevalencia de la obligación moral de amar a los burros y defender su inalienable derecho a volar como las águilas.
A tal efecto, el Gobierno legislará y establecerá el delito de odio al burro volador. Y, para reeducar a los que no creen en los burros voladores, se creará la figura del educador en perspectiva de burros voladores.
Pero, pese a todos los esfuerzos y después miles de millones de euros gastados, los burros, queson muy suyos, no volarán. Y aflorarán las críticas. Entonces el Gobierno lanzará su consigna: "¡Ni un paso atrás en la defensa de los burros voladores!"
Décadas después, los burros seguirán sin volar. Pero, para entonces, el burro volador se habrá convertido en un símbolo. Y a su alrededor habrá florecido un universo de observatorios, subvenciones, asociaciones... Su peso en las citas electorales será enorme.
Habrá un Día Mundial del Burro Volador, huelgas estudiantiles, y de las otras, en defensa del burro volador, y numerosos papers ofrecerán datos agregados sobre la población de burros y la aplicación del derecho a volar.
Y los partidos que antes consideraban al burro volador como un disparate legislativo, moderarán su discurso. No reconocerán el derecho del burro a volar, pero sí su derecho a poder saltar como gacelas.
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