La inducción es una forma de inferencia que va de lo particular a lo general, y generalmente parte de la observación sobre una propiedad común en una serie de muestras, e infiere luego la hipótesis o presunción de que esa misma propiedad se halla en las muestras del mismo grupo o tipo. En otras palabras, es un procedimiento señalado para obtener conjeturas, pero no para justificar la eficacia explicativa y predictiva de una teoría.
En la búsqueda de los universales que realizaron Sócrates y sus discípulos en los diálogos platónicos, se hace frecuente la inferencia inductiva en el paso de lo singular a lo general. Aristóteles (384-322 a.C.) afirmó: "Dos son, pues, las cosas que cabe atribuir con justicia a Sócrates: los razonamientos inductivos y las definiciones universales. Y ambas están, ciertamente, en el principio de la ciencia" (Metafísica, libro XIII, 1078b). No obstante, en los diálogos platónicos, con frecuencia se busca lo universal utilizando el mutuo acuerdo como único criterio de verdad; en Gorgias 487e, dice por ejemplo Sócrates a Calicles: "Si en una conversación tú estás de acuerdo conmigo en algún punto, este punto habrá quedado ya suficientemente probado por mi y por ti, y ya no será preciso someterlo a otra prueba (...) Por consiguiente, la conformidad de mi opinión con la suya será ya, realmente, la consumación de la verdad".
En los Analiticos segundos, Aristóteles señaló que es imposible contemplar los universales si no es a través de la inducción, y ésta, a su vez, necesita la sensación (libro I, 81b). Comienza por la observación de aspectos comunes en una serie de casos, y la reitera hasta disponer de una muestra considerable que presente la misma característica o principio. Y por último, infiere una afirmación general que aplica ese aspecto a todo el género o conjunto de entidades en estudio: "Es preciso investigar en primer lugar, considerando las cosas semejantes e indiferenciadas, qué tienen todas de idéntico; a continuación, hay que considerar a su vez otras distintas que están en el mismo género (...) hasta llegar a un único enunciado" (Analiticos segundos, libro II, 97b).
La ciencia se constituiría a partir de cada afirmación general obtenida, las cuales son apodícticas, y no contingentes, ya que "aquello de lo que hay ciencia sin más, es imposible que se comporte de otra manera" (Analíticos segundos, libro I, 71b). Y es la facultad intelectiva la que, según Aristóteles, «fijaría» las impresiones recibidas por las sensaciones, elevandolas a lo general o universal (Acerca del alma, libro III, 431b), cuestión que nos remite también a la función del «intelecto agente» o activo (mencionado en el cap.V del mismo libro).
Por otro lado, cada afirmación general inferida es un enunciado que declara una existencia fáctica, ya que señala el ser observable de algo (por ejemplo: Sócrates «es» hombre); y en este sentido, «ser» es un verbo copulativo cuyos derivados forman parte de un enunciado que establece un nexo con lo conocido. En cambio, «ser», aisladamente, no indica en sí mismo si existe algo, y por eso no puede tener la misma connotación sostenida por la metafísica tradicional que se conserva desde Parménides. Dice Aristóteles: "… ni siquiera ser o no ser es signo de la cosa real, por más que diga «lo que es» a secas. En sí mismo, en efecto, no es nada, sino que cosignifica una cierta composición, que no es posible concebir sin los componentes" (Sobre la interpretación, 16b).
Por último, y no menos importante, Aristóteles fue el primero en sistematizar la zoología, y en esta área también aplicó la inducción abstrayendo el género a partir de lo que había en común entre las distintas especies, pese a sus diferencias especificas.
Bibliografía:
Aristóteles. Acerca del alma. Ed. Gredos. Madrid, 1978.
Aristóteles. Tratados de lógica (Órganon). Tomo II: Sobre la interpretación, Analiticos primeros, Analíticos segundos. Ed. Gredos. Madrid, 1995.
Aristóteles. Metafísica. Ed. Gredos. Madrid, 1994.
En la búsqueda de los universales que realizaron Sócrates y sus discípulos en los diálogos platónicos, se hace frecuente la inferencia inductiva en el paso de lo singular a lo general. Aristóteles (384-322 a.C.) afirmó: "Dos son, pues, las cosas que cabe atribuir con justicia a Sócrates: los razonamientos inductivos y las definiciones universales. Y ambas están, ciertamente, en el principio de la ciencia" (Metafísica, libro XIII, 1078b). No obstante, en los diálogos platónicos, con frecuencia se busca lo universal utilizando el mutuo acuerdo como único criterio de verdad; en Gorgias 487e, dice por ejemplo Sócrates a Calicles: "Si en una conversación tú estás de acuerdo conmigo en algún punto, este punto habrá quedado ya suficientemente probado por mi y por ti, y ya no será preciso someterlo a otra prueba (...) Por consiguiente, la conformidad de mi opinión con la suya será ya, realmente, la consumación de la verdad".
En los Analiticos segundos, Aristóteles señaló que es imposible contemplar los universales si no es a través de la inducción, y ésta, a su vez, necesita la sensación (libro I, 81b). Comienza por la observación de aspectos comunes en una serie de casos, y la reitera hasta disponer de una muestra considerable que presente la misma característica o principio. Y por último, infiere una afirmación general que aplica ese aspecto a todo el género o conjunto de entidades en estudio: "Es preciso investigar en primer lugar, considerando las cosas semejantes e indiferenciadas, qué tienen todas de idéntico; a continuación, hay que considerar a su vez otras distintas que están en el mismo género (...) hasta llegar a un único enunciado" (Analiticos segundos, libro II, 97b).
La ciencia se constituiría a partir de cada afirmación general obtenida, las cuales son apodícticas, y no contingentes, ya que "aquello de lo que hay ciencia sin más, es imposible que se comporte de otra manera" (Analíticos segundos, libro I, 71b). Y es la facultad intelectiva la que, según Aristóteles, «fijaría» las impresiones recibidas por las sensaciones, elevandolas a lo general o universal (Acerca del alma, libro III, 431b), cuestión que nos remite también a la función del «intelecto agente» o activo (mencionado en el cap.V del mismo libro).
Por otro lado, cada afirmación general inferida es un enunciado que declara una existencia fáctica, ya que señala el ser observable de algo (por ejemplo: Sócrates «es» hombre); y en este sentido, «ser» es un verbo copulativo cuyos derivados forman parte de un enunciado que establece un nexo con lo conocido. En cambio, «ser», aisladamente, no indica en sí mismo si existe algo, y por eso no puede tener la misma connotación sostenida por la metafísica tradicional que se conserva desde Parménides. Dice Aristóteles: "… ni siquiera ser o no ser es signo de la cosa real, por más que diga «lo que es» a secas. En sí mismo, en efecto, no es nada, sino que cosignifica una cierta composición, que no es posible concebir sin los componentes" (Sobre la interpretación, 16b).
Por último, y no menos importante, Aristóteles fue el primero en sistematizar la zoología, y en esta área también aplicó la inducción abstrayendo el género a partir de lo que había en común entre las distintas especies, pese a sus diferencias especificas.
Bibliografía:
Aristóteles. Acerca del alma. Ed. Gredos. Madrid, 1978.
Aristóteles. Tratados de lógica (Órganon). Tomo II: Sobre la interpretación, Analiticos primeros, Analíticos segundos. Ed. Gredos. Madrid, 1995.
Aristóteles. Metafísica. Ed. Gredos. Madrid, 1994.
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