—Kippel son los objetos inútiles, las cartas de propaganda, las cajas de cerillas después de que se ha gastado la última, el envoltorio del periódico del día anterior. Cuando no hay gente, el kippel se reproduce. Por ejemplo, si se va usted a la cama y deja un poco de kippel en la casa, cuando se despierta a la mañana siguiente hay dos veces más. Cada vez hay más.
—Comprendo —la chica lo miraba con duda, no sabía si creer o no, ni siquiera si él hablaba en serio.
—Esa es la primera Ley de Kippel —dijo él—El kippel expulsa al no-kippel. Como la ley de Gresham acerca de la mala moneda. Y en estos apartamentos no hay nadie para compartir el kippel.
—De modo que se ha apoderado de todo —concluyó la muchacha—Ahora comprendo.
—Este lugar —continuó Isidore—, este apartamento que ha elegido, está demasiado kippelizado para vivir en él. Podemos rechazar el factor Kippel; podemos hacer lo que le dije, buscar en los otros apartamentos. Pero...
Se interrumpió.
—¿Pero qué?
—No podemos ganar.
—¿Por qué no? —la chica salió al pasillo cerrando la puerta tras de sí. Cruzó los brazos modestamente sobre sus senos altos y pequeños, y enfrentó a Isidore, ansiosa por comprender. Al menos eso le pareció a él. Se la notaba atenta.
—Nadie puede vencer al kippel —continuó—, salvo, quizás, en forma temporaria y en un punto determinado, como mi apartamento, donde he logrado una especie de equilibrio entre kippel y no-kippel, al menos por ahora. Pero algún día me iré, o moriré, y entonces el kippel volverá a dominarlo todo. Es un principio básico: todo el universo avanza hacia una fase final de absoluta kippelización.
—Comprendo —la chica lo miraba con duda, no sabía si creer o no, ni siquiera si él hablaba en serio.
—Esa es la primera Ley de Kippel —dijo él—El kippel expulsa al no-kippel. Como la ley de Gresham acerca de la mala moneda. Y en estos apartamentos no hay nadie para compartir el kippel.
—De modo que se ha apoderado de todo —concluyó la muchacha—Ahora comprendo.
—Este lugar —continuó Isidore—, este apartamento que ha elegido, está demasiado kippelizado para vivir en él. Podemos rechazar el factor Kippel; podemos hacer lo que le dije, buscar en los otros apartamentos. Pero...
Se interrumpió.
—¿Pero qué?
—No podemos ganar.
—¿Por qué no? —la chica salió al pasillo cerrando la puerta tras de sí. Cruzó los brazos modestamente sobre sus senos altos y pequeños, y enfrentó a Isidore, ansiosa por comprender. Al menos eso le pareció a él. Se la notaba atenta.
—Nadie puede vencer al kippel —continuó—, salvo, quizás, en forma temporaria y en un punto determinado, como mi apartamento, donde he logrado una especie de equilibrio entre kippel y no-kippel, al menos por ahora. Pero algún día me iré, o moriré, y entonces el kippel volverá a dominarlo todo. Es un principio básico: todo el universo avanza hacia una fase final de absoluta kippelización.
¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? - Philip K. Dick
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