04 septiembre 2019

Mentiras...

Las palabras "miente miente, que algo queda" de Joseph Goebbels, ministro de propaganda nazi, son muy famosas.

En su artículo “De la fábrica de mentiras de Churchill” (1941) se dice: “Una vez proferida una mentira, (Churchill) sigue repitiéndola sin que nada ni nadie se lo pueda impedir, hasta que al final acaba él mismo creyéndola [...] El esencial secreto del liderazgo inglés no debe buscarse tanto en una inteligencia particularmente afilada sino, mucho más, en una estúpida y bochornosa tozudez. Los ingleses se rigen por el siguiente principio: ‘Cuando mientes, miente en grande y sobre todo persevera en la mentira’. Y así siguen mintiendo, aun a riesgo de volverse ridículos”.

"La mentira solo es un vicio cuando obra el mal; cuando obra el bien es una gran virtud. Sed entonces más virtuosos que nunca. Es necesario mentir como un demonio, sin timidez, no por el momento, sino intrépidamente y para siempre [...] Mentid, amigos míos, mentid, que ya os lo pagaré cuando llegue la ocasión", decia Voltaire

Roger Bacon en su obra latina De la dignidad y el desarrollo de la ciencia: “Como suele decirse de la calumnia: calumnien con audacia, siempre algo queda”

Un siglo más adelante, Rousseau pone en boca de un “famoso delator” lo siguiente: “Por más grosera que sea una mentira, señores, no teman, no dejen de calumniar. Aun después de que el acusado la haya desmentido, ya se habrá hecho la llaga, y aunque sanase, siempre quedará la cicatriz”.

Finalmente, entrado el siglo XIX, Casimir Delavigne, en Les enfants d’Edouard, da otro aire a la frase que había atravesado toda nuestra era: “Mientras más increíble es una calumnia, más memoria tienen los tontos para recordarla”.

En el capítulo 4º del libro I de sus Obras morales y de costumbres, Plutarco la atribuye a Medion de Larisa, un ambiguo personaje que cinco siglos antes había sido consejero de Alejandro Magno, ordenaba a sus secuaces que sembraran confiadamente la calumnia, que mordieran con ella, diciéndoles que cuando la gente hubiera curado su llaga, siempre quedaría la cicatriz.

Existen registros del siglo I D.C que le atribuyen la frase a Medion de Larisa, un consejero de Alejandro Magno de 5 siglos atrás de ese texto. El punto es que el refrán probablemente existe desde antes de Cristo, por lo que básicamente se puede decir que es tan viejo como la mentira misma.

¡Que te diviertas!

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