A tono con la filosofía de apertura y transparencia que se extiende en la Web, los hackers encabezan iniciativas cívicas para controlar al poder, diseñan aplicaciones para las empresas más innovadoras, colaboran con periodistas y defienden una actitud que, aplicada a la política, propone cruzar tecnología y participación para cambiar el sistema desde adentro
Aunque el imaginario popular se empecine en caracterizarlos como oscuros piratas informáticos, hoy ganan cada vez mayor espacio como referentes indiscutibles de la innovación tecnológica, la creatividad al servicio de las ideas y el activismo web.
Los hackers -de ellos hablamos- pugnan por dejar atrás, definitivamente, la imagen popular negativa que de ellos suele tenerse. Y gracias al avance de la hiperconectividad, que no sólo ha hecho posible fenómenos como el de las redes sociales, sino que también dotó de herramientas al ciudadano para reclamar gobiernos más transparentes, los hackers ocupan hoy en la esfera pública un lugar más reputado: ya sea como impulsores de exitosos emprendimientos tecnológicos que lograron cambiar el mundo -de hecho, Facebook se proclama nacido dentro de la cultura hacker y la calle principal de sus instalaciones en California se llama "Hack Way"-; como líderes de iniciativas cívicas y sociales que se replican de manera global, o como promotores de cambios profundos en el sistema democrático.
Pero, ¿qué relación guardan estos hackers con el ciberdelito? Todas las fuentes consultadas para esta nota aseguran que ninguna. Que los delincuentes informáticos, capaces de infiltrarse en perfiles de Facebook, cuentas de Twitter o portales gubernamentales son sólo eso: delincuentes.
"El término «hacker» tiene una larga historia. Su origen se remonta a la década del sesenta, con el desarrollo de la tecnología informática. Se torna peyorativo en los ochenta, cuando los módems comienzan a ser utilizados para explorar los sistemas informáticos -algo que catapultó a algunas personas de alto perfil directo a la cárcel-, pero dentro del mundo de los programadores nunca tuvo una connotación negativa. Simplemente habla de alguien que es creativo y talentoso en lo que hace", explica el norteamericano Daniel Sinker, director del Knight-Mozilla Open News, un programa creado por la Knight Foundation y Mozilla, para propiciar el cruce entre las nuevas tecnologías y el periodismo y los nuevos medios.
Sin embargo, basta googlear el término "hacker" para que lluevan miles de entradas que los relacionan con lo delictivo. ¿La razón? Hay casi tantas explicaciones como fuentes pueden consultarse. Pero todas coinciden en atribuir responsabilidad a los medios de comunicación que, hace algunas décadas, abonaron la imagen del programador-delincuente a partir de algunos casos delictivos concretos.
Pero la cosas, en realidad, eran bien diferentes: datan de los años ochenta los desarrollos de software de código abierto, que puede ser utilizado, mejorado y distribuido por los usuarios sin que eso implique el pago de licencias o derechos de autor. Una verdadera innovación que obligó a muchas empresas del sector a barajar y dar de nuevo, porque revolucionó la manera tradicional de hacer negocios.
Un par de décadas más tarde, puede verse cómo mucho de aquella filosofía hacker, que promueve la apertura y colaboración, ha comenzado a irradiar en otras disciplinas, como el periodismo o la política. Basta recordar que uno de los propósitos del Partido de la Red, recientemente constituido, que participará en las elecciones a legisladores porteños en octubre, es "hackear el sistema político actual y transformarlo".
Es que, en el ancho territorio de Internet, el espionaje doméstico o los delitos informáticos son apenas una cara de la moneda. En la otra, en cambio, hay lugar para prácticas colaborativas, para el intercambio de conocimiento o para cualquier otra iniciativa que intente quebrar el desbalance de poder que tradicionalmente existió entre el sistema (las grandes empresas, o los Estados) y el ciudadano/usuario.
En ese sentido, desde hace algunos años comenzó a funcionar una red internacional de países, la Open Government Partnership, que promueve la figura del gobierno abierto. Un gobierno abierto es aquel que rinde cuentas de su funcionamiento a los ciudadanos, poniendo a su disposición en sitios web la mayor cantidad posible de datos sobre gastos, contrataciones, pagos e información por el estilo. Y en el mundo, cada vez son más los países que adhieren a esta política. De hecho, nuestro país cuenta, desde julio último, con el primer portal nacional de datos públicos.
"Se suele considerar que la apertura de datos hace mejores a los gobiernos. Lo cierto es que para entender esos datos necesitás de gente capaz de procesarlos, interpretarlos y hacerlos dialogar entre sí y, en este sentido, en los últimos años ha habido mucha gente del mundo del software libre que se metió en temas de transparencia", analiza Mariano Blejman, Knight Fellow del International Center for Journalists.
Aunque el imaginario popular se empecine en caracterizarlos como oscuros piratas informáticos, hoy ganan cada vez mayor espacio como referentes indiscutibles de la innovación tecnológica, la creatividad al servicio de las ideas y el activismo web.
Los hackers -de ellos hablamos- pugnan por dejar atrás, definitivamente, la imagen popular negativa que de ellos suele tenerse. Y gracias al avance de la hiperconectividad, que no sólo ha hecho posible fenómenos como el de las redes sociales, sino que también dotó de herramientas al ciudadano para reclamar gobiernos más transparentes, los hackers ocupan hoy en la esfera pública un lugar más reputado: ya sea como impulsores de exitosos emprendimientos tecnológicos que lograron cambiar el mundo -de hecho, Facebook se proclama nacido dentro de la cultura hacker y la calle principal de sus instalaciones en California se llama "Hack Way"-; como líderes de iniciativas cívicas y sociales que se replican de manera global, o como promotores de cambios profundos en el sistema democrático.
Pero, ¿qué relación guardan estos hackers con el ciberdelito? Todas las fuentes consultadas para esta nota aseguran que ninguna. Que los delincuentes informáticos, capaces de infiltrarse en perfiles de Facebook, cuentas de Twitter o portales gubernamentales son sólo eso: delincuentes.
"El término «hacker» tiene una larga historia. Su origen se remonta a la década del sesenta, con el desarrollo de la tecnología informática. Se torna peyorativo en los ochenta, cuando los módems comienzan a ser utilizados para explorar los sistemas informáticos -algo que catapultó a algunas personas de alto perfil directo a la cárcel-, pero dentro del mundo de los programadores nunca tuvo una connotación negativa. Simplemente habla de alguien que es creativo y talentoso en lo que hace", explica el norteamericano Daniel Sinker, director del Knight-Mozilla Open News, un programa creado por la Knight Foundation y Mozilla, para propiciar el cruce entre las nuevas tecnologías y el periodismo y los nuevos medios.
Sin embargo, basta googlear el término "hacker" para que lluevan miles de entradas que los relacionan con lo delictivo. ¿La razón? Hay casi tantas explicaciones como fuentes pueden consultarse. Pero todas coinciden en atribuir responsabilidad a los medios de comunicación que, hace algunas décadas, abonaron la imagen del programador-delincuente a partir de algunos casos delictivos concretos.
Pero la cosas, en realidad, eran bien diferentes: datan de los años ochenta los desarrollos de software de código abierto, que puede ser utilizado, mejorado y distribuido por los usuarios sin que eso implique el pago de licencias o derechos de autor. Una verdadera innovación que obligó a muchas empresas del sector a barajar y dar de nuevo, porque revolucionó la manera tradicional de hacer negocios.
Un par de décadas más tarde, puede verse cómo mucho de aquella filosofía hacker, que promueve la apertura y colaboración, ha comenzado a irradiar en otras disciplinas, como el periodismo o la política. Basta recordar que uno de los propósitos del Partido de la Red, recientemente constituido, que participará en las elecciones a legisladores porteños en octubre, es "hackear el sistema político actual y transformarlo".
Es que, en el ancho territorio de Internet, el espionaje doméstico o los delitos informáticos son apenas una cara de la moneda. En la otra, en cambio, hay lugar para prácticas colaborativas, para el intercambio de conocimiento o para cualquier otra iniciativa que intente quebrar el desbalance de poder que tradicionalmente existió entre el sistema (las grandes empresas, o los Estados) y el ciudadano/usuario.
En ese sentido, desde hace algunos años comenzó a funcionar una red internacional de países, la Open Government Partnership, que promueve la figura del gobierno abierto. Un gobierno abierto es aquel que rinde cuentas de su funcionamiento a los ciudadanos, poniendo a su disposición en sitios web la mayor cantidad posible de datos sobre gastos, contrataciones, pagos e información por el estilo. Y en el mundo, cada vez son más los países que adhieren a esta política. De hecho, nuestro país cuenta, desde julio último, con el primer portal nacional de datos públicos.
"Se suele considerar que la apertura de datos hace mejores a los gobiernos. Lo cierto es que para entender esos datos necesitás de gente capaz de procesarlos, interpretarlos y hacerlos dialogar entre sí y, en este sentido, en los últimos años ha habido mucha gente del mundo del software libre que se metió en temas de transparencia", analiza Mariano Blejman, Knight Fellow del International Center for Journalists.
Tecnología y creatividad
Pero a la par del avance y mayor visibilidad de esta cultura, también se han vuelto más evidentes, por oposición, los riesgos y contradicciones de un entorno como Internet. Las revelaciones de WikiLeaks o las filtraciones del caso Snowden han dejado al descubierto toda una serie de prácticas de control doméstico y espionaje internacional que no podrían ser llevadas a cabo sin un conocimiento acabado de la tecnología y una gran dosis de creatividad, características comunes a todos los hackers.
Ya lo dijo el creador de Facebook, Mark Zuckerberg, en una carta presentada a los inversores de Wall Street hace pocos meses: "La palabra «hacker» tiene una connotación negativa injustamente al ser retratados en los medios de comunicación como personas que se infiltran en computadoras. En realidad, el hacking sólo significa la construcción de algo rápidamente, o el probar los límites de lo que puede hacerse. Como la mayoría de las cosas, se puede usar para bien o para mal, pero la gran mayoría de los hackers que conozco tienden a ser idealistas que quieren tener un impacto positivo en el mundo".
"Creo que estamos hablando, más que nada, de narrativas instaladas por los medios de comunicación. Ahora, con el ascenso de emprendimientos nacidos en Internet, los hackers son presentados como emprendedores exitosos, como gente capaz de crear nuevas compañías y ayudar a configurar tanto el futuro como el presente. Todo esto ha hecho mucho para cambiar la manera en que los hackers están siendo presentados mediáticamente", agrega Sinker, quien estuvo recientemente de visita en nuestro país.
Aunque coincide en que la escena actual, delineada por un profundo descreimiento de la política tradicional, está contribuyendo para reconfigurar la figura de los hackers en la escena pública, reconectándola con su espíritu original, Beatriz Busaniche, de la Fundación Vía Libre es más cautelosa. "Todavía nos falta como sociedad para entender que muchos hackers trabajan, curiosamente, en la defensa de los derechos de los ciudadanos, como los que desarrollan aplicaciones de privacidad, más necesarias que nunca", se lamenta.
Mientras tanto, y como si fuera inmune a cualquier debate o tipo de discusión que lo tenga como eje, el movimiento hacker sigue avanzando. Hace pocas semanas tuvo lugar en el Centro Cultural Konex, durante los últimos tres días de agosto, la Hack/Hackers Buenos Aires Media Party 2013. Allí, durante tres días se dieron cita casi 1000 participantes provenientes de toda América, Europa y África dispuestos a demostrar que los hackers no son -ni han sido- sinónimo de mala palabra.
A lo largo de esas 72 horas, expositores de renombre mundial hablaron de lo que puede pasar cuando las mejores prácticas de la cultura tecnológica se cruzan con el periodismo o con el activismo ciudadano: desde el desarrollo de aplicaciones útiles para ordenar una ciudad o controlar al Estado, pasando por herramientas que fomenten una mayor transparencia gubernamental mediante mecanismos de control ciudadano facilitados por Internet.
"La cultura hacker siempre tuvo que ver con averiguar cómo funcionan las cosas, con la resolución rápida e innovadora de los problemas. Se trata de una cultura muy ligada a lo tecnológico que, a medida que los emprendimientos generados dentro de esa usina fueron tomando mayor visibilidad, se ha ido expandiendo a otros órdenes de la vida", reconoce Blejman, uno de los fundadores de la movida Hack/Hackers aquí en el país.
Con él coincide Miguel Paz, periodista chileno creador de Poderopedia, una especie de mapa del poder político y económico de Chile, que no sería lo que es sin la tecnología, que permite cruces e inferencias relacionales a partir del diálogo entre diferentes bases de datos. El próximo paso es crear capítulos de Poderopedia en otros países latinoamericanos que sean capaces de interrelacionarse.
Paz no se considera un hacker, pero sí "un periodista que necesita ser amigo de los hackers para lograr su cometido". Y está convencido de que el movimiento hacker está marcando un hito dentro del periodismo. "Muchas veces se habla de que hay que «hackear el periodismo». Y yo coincido con esa idea, porque hackear el periodismo significa plantearnos nuevos desafíos, provocarnos para hacernos recordar que alguna vez los periodistas supimos ser la vanguardia de la disrupción, pero que, cuando encontramos nuestro modelo de negocios, nos aplacamos dentro de nuestra zona de confort", sostiene el especialista, para luego aportar una de las definiciones más gráficas que existen del término hacker: "Es el chico al que le regalás un autito y, en lugar de ponerse a jugar, lo desarma para ver cómo funciona".
Otro punto de encuentro hacker en la Argentina es Garage Lab, que se presenta en Internet como un "hackerspace", o un club de hacedores. Allí se congregan especialistas en diferentes disciplinas que trabajan en conjunto para resolver problemas, estudiar o aprender. "Muchos de los desarrollos tecnológicos que cambiaron el mundo nacieron en lugares insólitos como garajes. Por eso, partimos de un garaje que es colectivo y permite el cruce de tecnologías y disciplinas, a tono con la manera en que hoy se produce el conocimiento. Hoy es más importante lo que pueda surgir del cruce de disciplinas que el especialista vertical", sostiene Darío Wainer, uno de los líderes de Garage Lab.
Pero a la par del avance y mayor visibilidad de esta cultura, también se han vuelto más evidentes, por oposición, los riesgos y contradicciones de un entorno como Internet. Las revelaciones de WikiLeaks o las filtraciones del caso Snowden han dejado al descubierto toda una serie de prácticas de control doméstico y espionaje internacional que no podrían ser llevadas a cabo sin un conocimiento acabado de la tecnología y una gran dosis de creatividad, características comunes a todos los hackers.
Ya lo dijo el creador de Facebook, Mark Zuckerberg, en una carta presentada a los inversores de Wall Street hace pocos meses: "La palabra «hacker» tiene una connotación negativa injustamente al ser retratados en los medios de comunicación como personas que se infiltran en computadoras. En realidad, el hacking sólo significa la construcción de algo rápidamente, o el probar los límites de lo que puede hacerse. Como la mayoría de las cosas, se puede usar para bien o para mal, pero la gran mayoría de los hackers que conozco tienden a ser idealistas que quieren tener un impacto positivo en el mundo".
"Creo que estamos hablando, más que nada, de narrativas instaladas por los medios de comunicación. Ahora, con el ascenso de emprendimientos nacidos en Internet, los hackers son presentados como emprendedores exitosos, como gente capaz de crear nuevas compañías y ayudar a configurar tanto el futuro como el presente. Todo esto ha hecho mucho para cambiar la manera en que los hackers están siendo presentados mediáticamente", agrega Sinker, quien estuvo recientemente de visita en nuestro país.
Aunque coincide en que la escena actual, delineada por un profundo descreimiento de la política tradicional, está contribuyendo para reconfigurar la figura de los hackers en la escena pública, reconectándola con su espíritu original, Beatriz Busaniche, de la Fundación Vía Libre es más cautelosa. "Todavía nos falta como sociedad para entender que muchos hackers trabajan, curiosamente, en la defensa de los derechos de los ciudadanos, como los que desarrollan aplicaciones de privacidad, más necesarias que nunca", se lamenta.
Mientras tanto, y como si fuera inmune a cualquier debate o tipo de discusión que lo tenga como eje, el movimiento hacker sigue avanzando. Hace pocas semanas tuvo lugar en el Centro Cultural Konex, durante los últimos tres días de agosto, la Hack/Hackers Buenos Aires Media Party 2013. Allí, durante tres días se dieron cita casi 1000 participantes provenientes de toda América, Europa y África dispuestos a demostrar que los hackers no son -ni han sido- sinónimo de mala palabra.
A lo largo de esas 72 horas, expositores de renombre mundial hablaron de lo que puede pasar cuando las mejores prácticas de la cultura tecnológica se cruzan con el periodismo o con el activismo ciudadano: desde el desarrollo de aplicaciones útiles para ordenar una ciudad o controlar al Estado, pasando por herramientas que fomenten una mayor transparencia gubernamental mediante mecanismos de control ciudadano facilitados por Internet.
"La cultura hacker siempre tuvo que ver con averiguar cómo funcionan las cosas, con la resolución rápida e innovadora de los problemas. Se trata de una cultura muy ligada a lo tecnológico que, a medida que los emprendimientos generados dentro de esa usina fueron tomando mayor visibilidad, se ha ido expandiendo a otros órdenes de la vida", reconoce Blejman, uno de los fundadores de la movida Hack/Hackers aquí en el país.
Con él coincide Miguel Paz, periodista chileno creador de Poderopedia, una especie de mapa del poder político y económico de Chile, que no sería lo que es sin la tecnología, que permite cruces e inferencias relacionales a partir del diálogo entre diferentes bases de datos. El próximo paso es crear capítulos de Poderopedia en otros países latinoamericanos que sean capaces de interrelacionarse.
Paz no se considera un hacker, pero sí "un periodista que necesita ser amigo de los hackers para lograr su cometido". Y está convencido de que el movimiento hacker está marcando un hito dentro del periodismo. "Muchas veces se habla de que hay que «hackear el periodismo». Y yo coincido con esa idea, porque hackear el periodismo significa plantearnos nuevos desafíos, provocarnos para hacernos recordar que alguna vez los periodistas supimos ser la vanguardia de la disrupción, pero que, cuando encontramos nuestro modelo de negocios, nos aplacamos dentro de nuestra zona de confort", sostiene el especialista, para luego aportar una de las definiciones más gráficas que existen del término hacker: "Es el chico al que le regalás un autito y, en lugar de ponerse a jugar, lo desarma para ver cómo funciona".
Otro punto de encuentro hacker en la Argentina es Garage Lab, que se presenta en Internet como un "hackerspace", o un club de hacedores. Allí se congregan especialistas en diferentes disciplinas que trabajan en conjunto para resolver problemas, estudiar o aprender. "Muchos de los desarrollos tecnológicos que cambiaron el mundo nacieron en lugares insólitos como garajes. Por eso, partimos de un garaje que es colectivo y permite el cruce de tecnologías y disciplinas, a tono con la manera en que hoy se produce el conocimiento. Hoy es más importante lo que pueda surgir del cruce de disciplinas que el especialista vertical", sostiene Darío Wainer, uno de los líderes de Garage Lab.
Ideas maratónicas
Probablemente sea por esto que las principales usinas de generación de contenidos de los hackers sean las "hackatones" o maratones hacker, que ocurren cada vez con mayor frecuencia. Las hackatones son espacio de encuentro entre programadores y especialistas en determinadas temáticas que se unen para crear desarrollos útiles para la comunidad, como el portal de ocupación turística nacional generado en agosto último, durante una hackaton realizada en el marco del lanzamiento oficial del portal de datos públicos nacionales.
Empresas como Google, Facebook o, yendo al plano local, Mercado-Libre, también son grandes promotoras de hackatones, al igual que algunas universidades. En el plano empresarial, muchas veces se organizan para detectar y resolver problemas de las aplicaciones, o para mejorarlas. A veces también se hacen a pedido de otras organizaciones.
"La cultura hacker existió desde siempre en el mundo tecnológico, aunque alcanzó mayores niveles de visibilidad a partir de la apertura de datos gubernamentales", reconoce Nicolás Bortolotti, director para desarrolladores de Google para América latina Región Sur.
Bortolotti considera que esta cultura revolucionó el modo de hacer negocios. "Tanto, que impactó en el desarrollo económico -agrega el especialista-. Los modelos de negocios a través de la web hoy son diferentes a los que imperaron durante décadas, porque la ética hacker promueve la liberalización y el código abierto, lo que no quiere decir que no tengan sistema de monetización."
Basta pensar en los tres casos antes mencionados, tres empresas pujantes y en franco crecimiento, para corroborar que los ideales que motorizan la cultura hacker son totalmente compatibles con el éxito económico. "El software libre es parte de la cultura hacker y ha sido consolidado por ellos. Pero eso no quiere decir que el movimiento hacker tenga problemas en generar dinero en el camino", analiza Busaniche.
Pero aunque el entorno de la Red hoy facilite la proliferación de prácticas bienintencionadas, Internet sigue siendo un universo ancho, por donde se cuelan todo tipo de delitos facilitados por la tecnología sin que el mundo se ponga de acuerdo en materia de control. "Internet no es tan democrática ni tan libre como solemos querer creer -advierte Busaniche-. Casos como el de Snowden o WikiLeaks demuestran que se trata de un entorno sumamente regulado y controlado que no es posible contrarrestar con herramientas tecnológicas o aplicaciones. Se necesitan acciones políticas."
Dentro de la cultura hacker, mientras tanto, coexisten todo tipo de manifiestos éticos. "En general hay acuerdo con respecto a la importancia de las prácticas colaborativas, o ante la idea de que abrir el conocimiento al mundo siempre es más valioso que encapsularlo -reflexiona Wainer, de Garage Lab-. La nuestra es una cultura de innovación abierta, integrada por gente que está intentando correr las barreras de acceso a tecnologías que antes eran propiedad de pocos."
Por Lorena Oliva | LA NACION
Tomado de: http://www.lanacion.com.ar/m1/1619661
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