Nevil Maskelyne (1863-1924) mago británico, descendiente de familia de ilusionistas e inventores, estaba interesado en la tecnología sin cables en la misma época que Marconi, es considerado el primer hacker de la historia, según la revista New Scientist , ya que en 1903 descubrió un agujero de seguridad en el telégrafo sin hilos que había desarrollado Marconi. Nevil logró esto gracias a un transistor.
Así es la naturaleza humana: el primer hackeo de la historia fue para enviar un insulto en código morse. Cual folletín tecnológico del momento, una lucha de acusaciones a través del periódico Times siguió a los hechos. Fue en una carta a dicho medio donde Fleming acuño la expresión ¡vandalismo científico! para describir lo acontecido. En ella, también pedía ayuda a los lectores para desenmascarar al autor de tal vil atrevimiento científico. No hizo falta, pues Maskelyne estaba orgulloso de su hazaña, y contestó a través de una misiva en el mismo periódico, defendiendo que su acción tenía como fin desenmascarar a Marconi, y poner de manifiesto la vulnerabilidad de “su invento”. Era, según el mago, una acción por el bien común.
¿Actuaba Maskelyne únicamente movido por una venganza personal, o había intereses económicos detrás del menoscabo del invento de Marconi? Según la versión de la Royal Institution, fue la Eastern Telegraph Company quien encargó a Maskelyne desmontar el invento de Marconi, a sabiendas del entusiasmo del mago por la tecnología inalámbrica y teniendo en cuenta además la inversión millonaria que había realizado la empresa lanzando kilómetros de cable para desarrollar el sistema telegráfico anterior. Antes del espectáculo final, Maskelyne desarrolló la tecnología necesaria para interceptar la señal: no fue tan complicado. Con una rudimentaria antena de 50 metros consiguió interceptar los mensajes que por aquel entonces la compañía de Marconi enviaba a distintos barcos en el mar, sin despertar sospechas.
Marconi ya había demostrado que su invento funcionaba, pues en 1901 había enviado las primeras señales sin cables a través del océano Atlántico y consiguió la famosa (y polémica) patente 7777 del telégrafo inalámbrico (1900). Apenas 2 años después, el 1 de junio de 1903 tendría lugar la demostración del experimento de Marconi frente al público de la Royal Institution de Londres, donde el físico John Ambroise Fleming recibiría el mensaje en código morse que el italiano, que por entonces tenía 28 años, enviaría desde Poldhu (Cornwall) a una distancia de unas 300 millas.
Para oídos inexpertos, nada parecía indicar que las cosas iban mal, pero para Fleming y su ayudante, el tintineo rítmico que percibieron antes de comenzar con la exhibición era la prueba del desastre. “Ratas”. Esa fue la palabra que “por arte de magia” interfirió repetidas veces en el sistema preparado para la ocasión. Y la mofa continuó, pues se enviaron varios versos en tono jocoso descatalogando a Marconi y a su invento.
¿Actuaba Maskelyne únicamente movido por una venganza personal, o había intereses económicos detrás del menoscabo del invento de Marconi? Según la versión de la Royal Institution, fue la Eastern Telegraph Company quien encargó a Maskelyne desmontar el invento de Marconi, a sabiendas del entusiasmo del mago por la tecnología inalámbrica y teniendo en cuenta además la inversión millonaria que había realizado la empresa lanzando kilómetros de cable para desarrollar el sistema telegráfico anterior. Antes del espectáculo final, Maskelyne desarrolló la tecnología necesaria para interceptar la señal: no fue tan complicado. Con una rudimentaria antena de 50 metros consiguió interceptar los mensajes que por aquel entonces la compañía de Marconi enviaba a distintos barcos en el mar, sin despertar sospechas.
Marconi ya había demostrado que su invento funcionaba, pues en 1901 había enviado las primeras señales sin cables a través del océano Atlántico y consiguió la famosa (y polémica) patente 7777 del telégrafo inalámbrico (1900). Apenas 2 años después, el 1 de junio de 1903 tendría lugar la demostración del experimento de Marconi frente al público de la Royal Institution de Londres, donde el físico John Ambroise Fleming recibiría el mensaje en código morse que el italiano, que por entonces tenía 28 años, enviaría desde Poldhu (Cornwall) a una distancia de unas 300 millas.
Para oídos inexpertos, nada parecía indicar que las cosas iban mal, pero para Fleming y su ayudante, el tintineo rítmico que percibieron antes de comenzar con la exhibición era la prueba del desastre. “Ratas”. Esa fue la palabra que “por arte de magia” interfirió repetidas veces en el sistema preparado para la ocasión. Y la mofa continuó, pues se enviaron varios versos en tono jocoso descatalogando a Marconi y a su invento.
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