11 diciembre 2019

IMPUESTOS VOLUNTARIOS - Una lección de moral

Para los antiguos griegos, la libertad de una sociedad dependía de lleno del sistema impositivo de esta.

La palabra griega liturgia se definia como el servicio público: en dos palabras tenían arraigado la idea de la beneficencia social.

Prometeo regalo a los humanos el fuego, en un acto de beneficiencia.

Aristóteles llego a esta idea, su ideal de hombre justo ayudaba a los necesitados. Existía injusticia por desigualdad. Aristóteles argumento que tener riqueza es obrar bien.

Hipocrates decía lo mismo "Ofreced vuestros servicios de vez en cuando a cambio de nada, recordando un acto previo de beneficencia o una satisfacción presente. Y si existe la oportunidad de servir a un desconocido en apuros económicos, ofrecedle una asistencia completa".

Ni la ley ni la burocracia obligaba a tales contribuciones, sino la tradición y sentimiento público. La motivación de los liturgos era la beneficencia.
Es posible que incluso el Partenón, se financiara mediante la liturgia.

La liturgia más prestigiosa e importante, y la más cara con diferencia, era la marina de guerra, conocida como trierarquía. Los trierarcas tenían que construir, mantener y operar un barco de guerra, un trirremo. Los trirremos representaban la principal fortaleza de la marina de Atenas, y mantenían las líneas comerciales libres de piratas.

En Atenas había entre 300 y 1.200 liturgos, dependiendo de la necesidad (en tiempos de guerra el número aumentaba), y la clase litúrgica se renovaba constantemente. Por lo general, los responsables de la liturgia eran voluntarios.

Los liturgos que no querían participar se arriesgaban al escarnio público. Pero también había excepciones, concretamente aquellos con otras liturgias en marcha o que ya habían prestado servicios a la ciudad. Y existía la antidosis: un liturgo podía argumentar que otro ciudadano era más rico que él.

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