La convivencia entre humanos y gatos se remonta a más de 9.500 años, aunque según los historiadores, los primeros que introdujeron gatos domesticados en sus hogares de manera oficial y popular fueron los egipcios hace 4.000 años. Para ellos el gato era un animal sagrado y existían numerosas leyes que los protegían. Entre ellas una singular: estaba terminantemente prohibido sacarlos del país.
Los comerciantes fenicios y griegos ya habían secuestrado algunos felinos y se los llevaron de Egipto escondidos en sus naves, pero fue con la conquista del país por los romanos cuando los egipcios no pudieron evitar que fueran llevados más allá de sus fronteras. Para los legionarios romanos el gato fue sinónimo de victoria y se los llevaron de Egipto como trofeos de guerra. Los gatos además mantenían sus barcos y campamentos libres de roedores y otras alimañas. Para los romanos fue también un símbolo de la libertad y frecuentemente se lo representaba al lado de la diosa Libertas. Las legiones los llevaron con ellos en sus conquistas y se introdujeron rápidamente en toda Europa. El gato egipcio se mezcló con el gato montés que era salvaje y dio lugar a una nueva raza, reconocida en 1983, el «gato común europeo».
Los romanos admiraron tanto a los gatos que en el siglo I d.C. dictaron, como antes lo habían hecho los egipcios, una serie de leyes para protegerlos. De este gato que las legiones romanas se llevaron de Egipto y en la que se basa la raza del gato común europeo, forman parte el gato atigrado, el monocolor – cuyos tonos más frecuentes son el negro, el blanco o el anaranjado-, el bicolor y el tricolor. Es una raza de ejemplares fuertes, inteligentes, buenos cazadores y a pesar de su independencia suelen ser muy cariñosos con sus amos. Limpio y juguetón se reproduce con mucha más facilidad que otras razas.
Así que ya lo sabéis, si veis por la calle un gato, ya sea atigrado, negro o bicolor, pensad que sus antepasados llegaron de Egipto de la mano de las legiones romanas, que los apreciaban tanto que incluso se han encontrado escudos con la imagen de un gato.
Los comerciantes fenicios y griegos ya habían secuestrado algunos felinos y se los llevaron de Egipto escondidos en sus naves, pero fue con la conquista del país por los romanos cuando los egipcios no pudieron evitar que fueran llevados más allá de sus fronteras. Para los legionarios romanos el gato fue sinónimo de victoria y se los llevaron de Egipto como trofeos de guerra. Los gatos además mantenían sus barcos y campamentos libres de roedores y otras alimañas. Para los romanos fue también un símbolo de la libertad y frecuentemente se lo representaba al lado de la diosa Libertas. Las legiones los llevaron con ellos en sus conquistas y se introdujeron rápidamente en toda Europa. El gato egipcio se mezcló con el gato montés que era salvaje y dio lugar a una nueva raza, reconocida en 1983, el «gato común europeo».
Los romanos admiraron tanto a los gatos que en el siglo I d.C. dictaron, como antes lo habían hecho los egipcios, una serie de leyes para protegerlos. De este gato que las legiones romanas se llevaron de Egipto y en la que se basa la raza del gato común europeo, forman parte el gato atigrado, el monocolor – cuyos tonos más frecuentes son el negro, el blanco o el anaranjado-, el bicolor y el tricolor. Es una raza de ejemplares fuertes, inteligentes, buenos cazadores y a pesar de su independencia suelen ser muy cariñosos con sus amos. Limpio y juguetón se reproduce con mucha más facilidad que otras razas.
Así que ya lo sabéis, si veis por la calle un gato, ya sea atigrado, negro o bicolor, pensad que sus antepasados llegaron de Egipto de la mano de las legiones romanas, que los apreciaban tanto que incluso se han encontrado escudos con la imagen de un gato.
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