“La historia de un signo ortográfico común que se convirtió en una letra extraordinaria.”
En resumen la letra “ñ” tiene su origen en la necesidad de ahorrar el costoso pergamino primero y el papel después, y también ahorrar tiempo al redactar y copiar los textos medievales — como el Cantar de mio Cid (año 1200).
En aquellos tiempos de transcripciones a mano la virgulilla no sólo se usaba para contraer la doble nn (anno, donna, Espanna; año, doña, España) sino que identificada todas las palabras que se habían abreviado en aras del ahorro (q, nros; que, nuestros). La doble “n“ tenía una pronunciación propia, parecida al sonido de la “ñ”.
Con el tiempo y de forma parecida a como sucedió con la doble “v” (vv) —que se convirtió en una letra propia (la w, uve doble)— la doble “n” se convirtió en la ñ en castellano. En otros idiomas se mantuvo la pronunciación convirtiendo la doble “n” en diferentes grafías: “ny” en valenciano, catalán y otras lenguas; “gn” en francés, “nh” en portugués,...
Irónicamente siglos después, en la época de la informática primigenia, la “ñ” causó un efecto contrario al ahorro que suponía en el medievo, ya que requirió ampliar el número de bits dedicados (de los 8 bits originalmente usados por el código ASCII, 7 bits usados + 1 de control de paridad) para poder representarla en las pantallas de los ordenadores. Aunque en realidad este problema habría existido igual sin la “ñ” ya que en el ASCII original tampoco había sitio para todos los demás caracteres, símbolos adicionales y especiales, letras con tildes, símbolos matemáticos,...
Todavía hoy muchos sistemas informáticos “modernos” (etiquetas de alimentos, pulseras identificativas, etc.) son incapaces de representar la “ñ” (y por extensión otros caracteres adicionales) y en su lugar aparece un churro — aunque a estas alturas esto normalmente se debe más a la incompetencia de quien lo configura.
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