Estudios preliminares sugieren descubrimientos para las personas de iris claro. El color no es un simple elemento estético
Paul Newman o Elizabeth Taylor. ¿Quién no quisiera sus ojos? No pasa una semana sin que alguna publicación se haga eco de una encuesta en la que el pueblo se manifiesta: nos gustan los ojos claros. Y aunque las miradas oscuras nos generen más confianza, como publicó la entrevista PLOS One tras un estudio de la Universidad Charles de Praga, la seducción sigue perteneciendo a los iris más claros. Y no es la única ventaja. Tal vez nunca sepamos si los ojos son el espejo del alma, pero lo que sí se empieza a conocer de ellos es su capacidad para revelar muchos datos sobre la salud de cada persona. De hecho, desde hace años los científicos rastrean los vínculos entre sus características y lo que muestran y ciertas enfermedades. La última pista llega de la mano de Inna Belfer, del Centro de Investigación del Dolor de la Universidad de Pittsburgh, en EE. UU. La doctora ha presentado un estudio preliminar en la 33 Reunión Anual de la Academia Americana del Dolor que desvela que las mujeres caucásicas de ojos claros (azules o verdes) parecen tolerar el dolor y la angustia mejor que las que tienen los ojos de color marrón o avellana. También sufrían menos ansiedad después del parto y menores tasas de depresión.
El trabajo se llevó a cabo con 58 futuras madres que dieron a luz en el Hospital de Mujeres Magee de UPMC. Todas recibieron una evaluación de dolor, estado de ánimo, sueño y conducta de afrontamiento antes y después del alumbramiento. Las participantes fueron dividas en dos grupos en función de su color de ojos: 24 en la gama oscura (marrón o avellana) y 34 en la clara (azul o verde). Los datos mostraron que las primeras experimentaron más dolor, mayor ansiedad y una mayor tasa de trastornos del sueño. Las féminas de ojos claros afrontaron el proceso con mayor felicidad.
La principal investigadora ha reconocido que “debido al pequeño tamaño de la muestra, no podemos obtener pruebas concluyentes, pero sí observamos que nuestro estudio ha revelado patrones que requieren más estudios. Vamos a ver si hay un vínculo entre el color de ojos y el dolor clínico en la segunda fase de este ensayo, tanto en los hombres como en las mujeres, y en diferentes modelos de dolor que no sea solo el del parto”. La especialista insiste: "Puede haber ciertos fenotipos que predicen o indican la respuesta de una persona a estímulos de dolor o al tratamiento con analgésicos. El dolor humano se correlaciona con múltiples factores, como el género, la edad y el color del pelo. De hecho, los investigadores han encontrado que el pelo rojo se asocia con una mayor resistencia a los anestésicos y también a un aumento de la ansiedad”.
El doctor Gregory Terman, del Departamento de Anestesiología y Medicina del Dolor de la Universidad de Washington (EE. UU.), admite que, una vez más, estudios como este ponen de relieve que cada paciente es un individuo y que sus dosis de medicación deben de hacerse de forma personaliza. "Estadísticamente, nos damos cuenta de que hay mucha más variabilidad ante las experiencias de dolor según las características particulares de cada uno, como el color de pelo, de ojos, la edad, el peso, el sexo… Es un hecho que también se produce en las respuestas a los medicamentos para la presión arterial”, apostilla.
Así, el color de pelo también puede determinar cómo se afronta la aflicción. De hecho, las personas pelirrojas además de tener una piel más blanca y más sensible, sienten más dolor físico que las rubias o morenas. Así lo demuestra un estudio publicado en Journal of American Dental Association, llevado a cabo por científicos del Instituto de Anestesiología de Kentucky, que determina que estos individuos necesitan el 19 % más de analgésico para soportar las molestias que los de cabello oscuro.
Las autopistas del dolor
Concepción Pérez, jefe de la Unidad del Dolor del Hospital Universitario de la Princesa y portavoz de la Sociedad Española del Dolor, destaca: "Aunque estudios como el de los ojos claros son preliminares, tanto este nuevo ensayo como los realizados en las personas pelirrojas nos indican que probablemente existan causas genéticas relacionadas con la percepción del dolor. Ahondar en este asunto podría tener mucha utilidad en un futuro, porque nos ayudaría a predecir qué personas van a necesitar más analgésicos”.
La doctora Pérez continúa: “Hoy sabemos, por ejemplo, que la genética tiene un papel preponderante para definir cómo un individuo va a responder a los diferentes fármacos analgésicos. Si va a tener una mayor o menor eficacia o presentar efectos secundarios. Se trata de un campo que actualmente tiene un desarrollo importante: la farmacogenética”. Asimismo, se sabe que el cerebro desempeña un papel fundamental en la sensibilidad al dolor. Por ejemplo, el dolor crónico altera los circuitos cerebrales. Su inicio es una señal de alerta que nos protege de los peligros. Si tocáramos aceite hirviendo y no sintiéramos dolor acabaríamos sufriendo grandes quemaduras. El problema sucede cuando el dolor se cronifica. Es entonces cuando empieza un círculo vicioso, donde las carreteras del dolor se convierten en autopistas”, agrega.
Enrique Santos Bueso, de la Unidad de Neurooftalmología del Hospital Universitario Clínico San Carlos de Madrid, señala: "Los ojos también pueden hablar mucho de nuestra salud. A veces, nos encontramos con pacientes que llegan a consulta porque creen que tienen un problema ocular y descubrimos que son la señal de otras enfermedades". Diseccionamos cada caso según las extrañas características que presenten sus elementos oculares. Porque no todos tenemos la suerte de lucir unos bellos (e indoloros) ojos claros…
Diagnóstico por la mirada
Ojo sangriento: La conjuntiva está compuesta de muchos vasos sanguíneos y capilares, Estos pueden romperse, causando filtración de sangre hacia la membrana y la esclerótica, lo que se conoce por "hemorragia subconjuntival". Puede producirse por causas comunes, como la tos, el estornudo, el esfuerzo o un golpe. Otras habituales pero menos frecuentes de hemorragia incluyen la diabetes mellitus, hipertensión arterial y exceso de ingesta de ciertos medicamentos, como ácido acetilsalicílico. Es extraño que se deba a problemas de coagulación, pero a veces ocurre.
Ojo protuberante: Aunque los ojos prominentes pueden ser simplemente un rasgo familiar, también evidencian, en ocasiones, enfermedades tiroideas.
Ojos de diferente color. La heterocromía del iris se hereda. Un cambio en el color repentino puede ser debido a una hemorragia, un cuerpo extraño en el ojo, glaucoma, inflamación u otras condiciones tales como el síndrome de Waardenburg (dermatosis génica) o neurofibromatosis.
Párpado caído: Puede ser simplemente una señal de envejecimiento. Sin embargo, en casos raros, es evidencia de enfermedades.
Anomalías de la pupila. Las pupilas de las personas sanas son, por lo general (aunque no siempre), simétricas: del mismo tamaño e idéntica reacción a la luz. Si una pupila responde de forma distinta a la exposición a la luz (una es más grande que otra, otra se contrae menos), consúltelo con su médico.
Ojos amarillos: Las enfermedades del hígado, como la hepatitis y la cirrosis, tiñen las escleróticas de amarillo. El color se debe a la acumulación de bilirrubina, un compuesto creado por la descomposición de la hemoglobina, la molécula que transporta el oxígeno dentro de los glóbulos rojos.
Paul Newman o Elizabeth Taylor. ¿Quién no quisiera sus ojos? No pasa una semana sin que alguna publicación se haga eco de una encuesta en la que el pueblo se manifiesta: nos gustan los ojos claros. Y aunque las miradas oscuras nos generen más confianza, como publicó la entrevista PLOS One tras un estudio de la Universidad Charles de Praga, la seducción sigue perteneciendo a los iris más claros. Y no es la única ventaja. Tal vez nunca sepamos si los ojos son el espejo del alma, pero lo que sí se empieza a conocer de ellos es su capacidad para revelar muchos datos sobre la salud de cada persona. De hecho, desde hace años los científicos rastrean los vínculos entre sus características y lo que muestran y ciertas enfermedades. La última pista llega de la mano de Inna Belfer, del Centro de Investigación del Dolor de la Universidad de Pittsburgh, en EE. UU. La doctora ha presentado un estudio preliminar en la 33 Reunión Anual de la Academia Americana del Dolor que desvela que las mujeres caucásicas de ojos claros (azules o verdes) parecen tolerar el dolor y la angustia mejor que las que tienen los ojos de color marrón o avellana. También sufrían menos ansiedad después del parto y menores tasas de depresión.
El trabajo se llevó a cabo con 58 futuras madres que dieron a luz en el Hospital de Mujeres Magee de UPMC. Todas recibieron una evaluación de dolor, estado de ánimo, sueño y conducta de afrontamiento antes y después del alumbramiento. Las participantes fueron dividas en dos grupos en función de su color de ojos: 24 en la gama oscura (marrón o avellana) y 34 en la clara (azul o verde). Los datos mostraron que las primeras experimentaron más dolor, mayor ansiedad y una mayor tasa de trastornos del sueño. Las féminas de ojos claros afrontaron el proceso con mayor felicidad.
La principal investigadora ha reconocido que “debido al pequeño tamaño de la muestra, no podemos obtener pruebas concluyentes, pero sí observamos que nuestro estudio ha revelado patrones que requieren más estudios. Vamos a ver si hay un vínculo entre el color de ojos y el dolor clínico en la segunda fase de este ensayo, tanto en los hombres como en las mujeres, y en diferentes modelos de dolor que no sea solo el del parto”. La especialista insiste: "Puede haber ciertos fenotipos que predicen o indican la respuesta de una persona a estímulos de dolor o al tratamiento con analgésicos. El dolor humano se correlaciona con múltiples factores, como el género, la edad y el color del pelo. De hecho, los investigadores han encontrado que el pelo rojo se asocia con una mayor resistencia a los anestésicos y también a un aumento de la ansiedad”.
El doctor Gregory Terman, del Departamento de Anestesiología y Medicina del Dolor de la Universidad de Washington (EE. UU.), admite que, una vez más, estudios como este ponen de relieve que cada paciente es un individuo y que sus dosis de medicación deben de hacerse de forma personaliza. "Estadísticamente, nos damos cuenta de que hay mucha más variabilidad ante las experiencias de dolor según las características particulares de cada uno, como el color de pelo, de ojos, la edad, el peso, el sexo… Es un hecho que también se produce en las respuestas a los medicamentos para la presión arterial”, apostilla.
Así, el color de pelo también puede determinar cómo se afronta la aflicción. De hecho, las personas pelirrojas además de tener una piel más blanca y más sensible, sienten más dolor físico que las rubias o morenas. Así lo demuestra un estudio publicado en Journal of American Dental Association, llevado a cabo por científicos del Instituto de Anestesiología de Kentucky, que determina que estos individuos necesitan el 19 % más de analgésico para soportar las molestias que los de cabello oscuro.
Las autopistas del dolor
Concepción Pérez, jefe de la Unidad del Dolor del Hospital Universitario de la Princesa y portavoz de la Sociedad Española del Dolor, destaca: "Aunque estudios como el de los ojos claros son preliminares, tanto este nuevo ensayo como los realizados en las personas pelirrojas nos indican que probablemente existan causas genéticas relacionadas con la percepción del dolor. Ahondar en este asunto podría tener mucha utilidad en un futuro, porque nos ayudaría a predecir qué personas van a necesitar más analgésicos”.
La doctora Pérez continúa: “Hoy sabemos, por ejemplo, que la genética tiene un papel preponderante para definir cómo un individuo va a responder a los diferentes fármacos analgésicos. Si va a tener una mayor o menor eficacia o presentar efectos secundarios. Se trata de un campo que actualmente tiene un desarrollo importante: la farmacogenética”. Asimismo, se sabe que el cerebro desempeña un papel fundamental en la sensibilidad al dolor. Por ejemplo, el dolor crónico altera los circuitos cerebrales. Su inicio es una señal de alerta que nos protege de los peligros. Si tocáramos aceite hirviendo y no sintiéramos dolor acabaríamos sufriendo grandes quemaduras. El problema sucede cuando el dolor se cronifica. Es entonces cuando empieza un círculo vicioso, donde las carreteras del dolor se convierten en autopistas”, agrega.
Enrique Santos Bueso, de la Unidad de Neurooftalmología del Hospital Universitario Clínico San Carlos de Madrid, señala: "Los ojos también pueden hablar mucho de nuestra salud. A veces, nos encontramos con pacientes que llegan a consulta porque creen que tienen un problema ocular y descubrimos que son la señal de otras enfermedades". Diseccionamos cada caso según las extrañas características que presenten sus elementos oculares. Porque no todos tenemos la suerte de lucir unos bellos (e indoloros) ojos claros…
Diagnóstico por la mirada
Ojo sangriento: La conjuntiva está compuesta de muchos vasos sanguíneos y capilares, Estos pueden romperse, causando filtración de sangre hacia la membrana y la esclerótica, lo que se conoce por "hemorragia subconjuntival". Puede producirse por causas comunes, como la tos, el estornudo, el esfuerzo o un golpe. Otras habituales pero menos frecuentes de hemorragia incluyen la diabetes mellitus, hipertensión arterial y exceso de ingesta de ciertos medicamentos, como ácido acetilsalicílico. Es extraño que se deba a problemas de coagulación, pero a veces ocurre.
Ojo protuberante: Aunque los ojos prominentes pueden ser simplemente un rasgo familiar, también evidencian, en ocasiones, enfermedades tiroideas.
Ojos de diferente color. La heterocromía del iris se hereda. Un cambio en el color repentino puede ser debido a una hemorragia, un cuerpo extraño en el ojo, glaucoma, inflamación u otras condiciones tales como el síndrome de Waardenburg (dermatosis génica) o neurofibromatosis.
Párpado caído: Puede ser simplemente una señal de envejecimiento. Sin embargo, en casos raros, es evidencia de enfermedades.
Anomalías de la pupila. Las pupilas de las personas sanas son, por lo general (aunque no siempre), simétricas: del mismo tamaño e idéntica reacción a la luz. Si una pupila responde de forma distinta a la exposición a la luz (una es más grande que otra, otra se contrae menos), consúltelo con su médico.
Ojos amarillos: Las enfermedades del hígado, como la hepatitis y la cirrosis, tiñen las escleróticas de amarillo. El color se debe a la acumulación de bilirrubina, un compuesto creado por la descomposición de la hemoglobina, la molécula que transporta el oxígeno dentro de los glóbulos rojos.
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