Salieron dos ratoncitos a la madrugada a buscar algo qué comer en la cocina de una casa, al abrir la alacena ambos al tiempo vieron un enorme queso el cual al unísono los hizo exclamar:
-¡Yo lo vi primero!
-¡No, yo lo vi primero!
-¡Que no, que es mío porque yo lo vi primero!
Discutieron tanto que se olvidaron de darse una comilona y no hubo más acuerdo que llevar entre los dos el queso a la oficina del ratón abogado en la certeza que él con su gran sabiduría les solucionaría el problema.
Ya en presencia del ratón abogado expusieron sus argumentos a lo que el abogado dijo:
-No se preocupen, yo tengo una balanza, partiré el queso en dos pedazos y los repartiré equitativamente...
Efectivamente el abogado con maña cortó el queso en dos porciones desiguales y para tratar de equilibrar la balanza iba quitando y engullendo pedazos de lado y lado sin lograr el equilibrio esperado por los dos ratoncitos.
Como el queso iba desapareciendo ante sus ojos los ratoncitos se miraban y se miraban hasta que ya quedando muy poco queso uno de ellos gritó:
-¡Basta ya doctor, hemos llegado a un acuerdo mi amigo y yo, hemos decidido arreglar este asunto entre nosotros, deténgase por favor que nos vamos a llevar lo que queda del queso!
A lo que el ratón abogado repuso:
-No señores, esto que queda es mío ¡son mis honorarios!
-¡Yo lo vi primero!
-¡No, yo lo vi primero!
-¡Que no, que es mío porque yo lo vi primero!
Discutieron tanto que se olvidaron de darse una comilona y no hubo más acuerdo que llevar entre los dos el queso a la oficina del ratón abogado en la certeza que él con su gran sabiduría les solucionaría el problema.
Ya en presencia del ratón abogado expusieron sus argumentos a lo que el abogado dijo:
-No se preocupen, yo tengo una balanza, partiré el queso en dos pedazos y los repartiré equitativamente...
Efectivamente el abogado con maña cortó el queso en dos porciones desiguales y para tratar de equilibrar la balanza iba quitando y engullendo pedazos de lado y lado sin lograr el equilibrio esperado por los dos ratoncitos.
Como el queso iba desapareciendo ante sus ojos los ratoncitos se miraban y se miraban hasta que ya quedando muy poco queso uno de ellos gritó:
-¡Basta ya doctor, hemos llegado a un acuerdo mi amigo y yo, hemos decidido arreglar este asunto entre nosotros, deténgase por favor que nos vamos a llevar lo que queda del queso!
A lo que el ratón abogado repuso:
-No señores, esto que queda es mío ¡son mis honorarios!
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