En 1992 un visionario llamado Marshall T. Savage publicó un libro titulado The Millennial Project, donde proponía la manera de colonizar la galaxia en “ocho fáciles pasos”. Este libro fue la semilla de la Living Universe Foundation, que pretende desde entonces poner las bases para poner en marcha sus ideas.
Curiosamente, el primer paso no consiste en poner una base en la Luna. Según Savage todo pasa por colonizar el espacio más cercano al nuestro. Para buscarlo no debemos mirar hacia arriba, al cielo, sino hacia abajo, hacia el océano. Instalando islas flotantes en medio del océano aprenderemos unas lecciones cruciales para cuando decidamos ir al espacio: vivir en aislamiento y ser autónomos. Además, desde estas ciudades-islas, que él bautiza con el nombre de Acuarius, recuperaremos la ecosfera y obtendremos lo necesario para cubrir las necesidades de sus habitantes. El corazón de Acuarius es el OTEC, Ocean Thermal Energy Converter, una planta de energía eléctrica que aprovecha, mediante bombeo de agua, la diferencia de temperaturas existente entre la superficie y las profundidades oceánicas. Como base para la alimentación, que servirá para cuando nos expandamos por el espacio, Savage aboga por un alga, la Spirulina platensis. Con el 65% de su peso en proteínas –las alubias sólo contienen el 22%-, siendo la mayor fuente concentrada de B12 , más la B1, A, E, con los 8 aminoácidos esenciales –como la carne- y, además, baja en grasas (6%) y en colesterol (=0,013%), Savage ve en ella el futuro alimenticio de la humanidad. Claro que él comprende lo difícil que es comerse un plato de una cosa pegajosa y verde con ese rancio olor a mar. Para solventar el problema Savage propone tratar este alga con alcohol ,para quitar el color y el sabor, eliminar la clorofila y, finalmente, añadir colorantes y aromatizantes para hacerla más atractiva. Claro que, ¿estaremos dispuestos a sustituir con ella un par de huevos fritos con jamón ibérico?
Savage también ha propuesto el diseño de un espaciopuerto, que se construiría en el Serengeti, África. Más concretamente en el cráter Ngorongoro. En esencia, el lanzador consta de dos partes. En la primera, los viajeros son acelerados por un túnel de 125 kilómetros que corre hacia el este del cráter Ngorongoro, hacia el Kilimanjaro. El principio de funcionamiento es bien conocido: la levitación magnética mediante imanes superconductores. De este modo se evita el rozamiento. El sistema, perfectamente ajustado, les acelerará hasta alcanzar una velocidad de 18.000 km/h. Durante 50 segundos estarán sometidos a una aceleración diez veces la de la gravedad (10 g) –una persona no entrenada puede soportar esta aceleración sin problemas durante dos minutos- y en los últimos dos segundos estarán sometidos a 225 g. Puede parecer mucho, pero no lo es. Se experimenta el mismo tipo de fuerza que al caerse de espaldas de una altura de tan sólo 30 cm. Esta última parte sucede cuando el túnel se curva hacia arriba por el interior del Kilimanjaro. Con un radio de curvatura de 10 km, el túnel asciende los casi 5.900 km de altura del volcán africano y la cápsula sale con una velocidad de 5 km/s. Una vez fuera, la gravedad y el rozamiento con la atmósfera frenaría la nave. Para seguir proporcionándole la aceleración necesaria, alrededor de la cima del Kilimanjaro se han instalado una serie de láseres de alta potencia llamados Láseres de Electrones libres o FEL. Este tipo de propulsión es el colmo de la simplicidad. Sólo necesitamos un láser y un bloque de hielo. El láser se dispara sobre el hielo, y el agua sobrecalentada a 10.000ºC se vaporiza, saliendo a una velocidad de 36.000 km/h. De hecho, se puede utilizar cualquier materia que se vaporice por encima de los 10.000ºC. Se usa agua porque es barata, fácil de obtener, fácil de transportar y no daña al medio ambiente. Claro que no podemos usar el hielo tal y como sale de frigorífico. El que se usa hay que sobreenfriarlo a la temperatura de nitrógeno líquido y reforzarlo con un plástico con forma de nido de abeja. Mediante esta propulsión la cápsula se encontrará en órbita en unos 4 minutos.
¿Por qué desde aquí, desde esta montaña de África? Primero, porque lanzando cerca del ecuador juega a nuestro favor el giro de la Tierra; segundo, porque saliendo a la atmósfera a 6.000 metros de altura nos evitamos gran parte de la fricción a la que estaría sometida la cápsula. Por suerte o por desgracia, únicamente en África se encuentra volcanes suficientemente altos y con el entorno adecuado: El Kilimanjaro, el monte Kenya y el Margherita Peak. Fuera de África tenemos, en Sudamérica, el Cotopaxi y el Cayambe.
Este es el lanzador espacial de Savage que bautizó con el nombre de Bifrost. A nadie se le escapa que se trata de una forma de llegar al espacio demasiado atrevida.
Tomado de: https://masabadell.wordpress.com/2013/02/01/como-viajar-al-espacio/
Curiosamente, el primer paso no consiste en poner una base en la Luna. Según Savage todo pasa por colonizar el espacio más cercano al nuestro. Para buscarlo no debemos mirar hacia arriba, al cielo, sino hacia abajo, hacia el océano. Instalando islas flotantes en medio del océano aprenderemos unas lecciones cruciales para cuando decidamos ir al espacio: vivir en aislamiento y ser autónomos. Además, desde estas ciudades-islas, que él bautiza con el nombre de Acuarius, recuperaremos la ecosfera y obtendremos lo necesario para cubrir las necesidades de sus habitantes. El corazón de Acuarius es el OTEC, Ocean Thermal Energy Converter, una planta de energía eléctrica que aprovecha, mediante bombeo de agua, la diferencia de temperaturas existente entre la superficie y las profundidades oceánicas. Como base para la alimentación, que servirá para cuando nos expandamos por el espacio, Savage aboga por un alga, la Spirulina platensis. Con el 65% de su peso en proteínas –las alubias sólo contienen el 22%-, siendo la mayor fuente concentrada de B12 , más la B1, A, E, con los 8 aminoácidos esenciales –como la carne- y, además, baja en grasas (6%) y en colesterol (=0,013%), Savage ve en ella el futuro alimenticio de la humanidad. Claro que él comprende lo difícil que es comerse un plato de una cosa pegajosa y verde con ese rancio olor a mar. Para solventar el problema Savage propone tratar este alga con alcohol ,para quitar el color y el sabor, eliminar la clorofila y, finalmente, añadir colorantes y aromatizantes para hacerla más atractiva. Claro que, ¿estaremos dispuestos a sustituir con ella un par de huevos fritos con jamón ibérico?
Savage también ha propuesto el diseño de un espaciopuerto, que se construiría en el Serengeti, África. Más concretamente en el cráter Ngorongoro. En esencia, el lanzador consta de dos partes. En la primera, los viajeros son acelerados por un túnel de 125 kilómetros que corre hacia el este del cráter Ngorongoro, hacia el Kilimanjaro. El principio de funcionamiento es bien conocido: la levitación magnética mediante imanes superconductores. De este modo se evita el rozamiento. El sistema, perfectamente ajustado, les acelerará hasta alcanzar una velocidad de 18.000 km/h. Durante 50 segundos estarán sometidos a una aceleración diez veces la de la gravedad (10 g) –una persona no entrenada puede soportar esta aceleración sin problemas durante dos minutos- y en los últimos dos segundos estarán sometidos a 225 g. Puede parecer mucho, pero no lo es. Se experimenta el mismo tipo de fuerza que al caerse de espaldas de una altura de tan sólo 30 cm. Esta última parte sucede cuando el túnel se curva hacia arriba por el interior del Kilimanjaro. Con un radio de curvatura de 10 km, el túnel asciende los casi 5.900 km de altura del volcán africano y la cápsula sale con una velocidad de 5 km/s. Una vez fuera, la gravedad y el rozamiento con la atmósfera frenaría la nave. Para seguir proporcionándole la aceleración necesaria, alrededor de la cima del Kilimanjaro se han instalado una serie de láseres de alta potencia llamados Láseres de Electrones libres o FEL. Este tipo de propulsión es el colmo de la simplicidad. Sólo necesitamos un láser y un bloque de hielo. El láser se dispara sobre el hielo, y el agua sobrecalentada a 10.000ºC se vaporiza, saliendo a una velocidad de 36.000 km/h. De hecho, se puede utilizar cualquier materia que se vaporice por encima de los 10.000ºC. Se usa agua porque es barata, fácil de obtener, fácil de transportar y no daña al medio ambiente. Claro que no podemos usar el hielo tal y como sale de frigorífico. El que se usa hay que sobreenfriarlo a la temperatura de nitrógeno líquido y reforzarlo con un plástico con forma de nido de abeja. Mediante esta propulsión la cápsula se encontrará en órbita en unos 4 minutos.
¿Por qué desde aquí, desde esta montaña de África? Primero, porque lanzando cerca del ecuador juega a nuestro favor el giro de la Tierra; segundo, porque saliendo a la atmósfera a 6.000 metros de altura nos evitamos gran parte de la fricción a la que estaría sometida la cápsula. Por suerte o por desgracia, únicamente en África se encuentra volcanes suficientemente altos y con el entorno adecuado: El Kilimanjaro, el monte Kenya y el Margherita Peak. Fuera de África tenemos, en Sudamérica, el Cotopaxi y el Cayambe.
Este es el lanzador espacial de Savage que bautizó con el nombre de Bifrost. A nadie se le escapa que se trata de una forma de llegar al espacio demasiado atrevida.
Tomado de: https://masabadell.wordpress.com/2013/02/01/como-viajar-al-espacio/
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