05 julio 2012

¿Contar o no contar? Esa es la cuestión

Salvando las distancias entre esta pregunta y la clásica Hamletiana-Shakespereana, existen muchos momentos en la vida en los que nos preguntamos de manera filosófica si “¿algo?” o “¿no algo?”. Más alla de las posibles respuestas, hoy propondremos un hábito bastante controvesial, que nos lleva a tomar una actitud clara ante diversas situaciones, y se trata de “hablar” o “callarse la boca”.
Resulta curioso aquello de que el ser humano tarda 2 o 3 años en aprender a hablar, y toda una vida para aprender a callar. Tal vez por eso el tema de saber si debemos hablar o no en algunos momentos es tan crítico. Se dice que el padre de la teoría de la relatividad, Albert Einstein, mencionaba una formula del éxito simple y la describía como A=X+Y+Z, donde A = éxito, X = trabajo, Y = jugar, Z = mantener la boca cerrada. En realidad esta formula es muy bonita, pero siempre dudé de que haya sido enunciada por Einstein, aunque me encantaría creer que asi fue. Por lo pronto no encuentro fuentes que digan que es falso.
Por lo visto saber cuando NO hablar parece ser un arte, a veces hasta un sacrificio.Una práctica oriental relacionada con el yoga y el budismo incluso promueve el “ayuno de palabras” en este mismo sentido. Para focalizar aun mas el tema, nos centraremos en un ejemplo simple: suponiendo que tenemos un proyecto o una buena idea ¿hasta qué punto lo contamos?. Veamos algunos situaciones modelo:
- Tenemos una idea de negocios o algo que al parecer nos haría millonarios de la noche a la mañana, y creemos que proteger con recelo esa idea es la mejor actitud que podriamos tomar. Pero el problema comienza cuando para obtener colaboración debemos comenzar a compartir la idea en funcion de que pueda conseguirse dinero, infraestructura, apoyo comercial, logístico, o lo que fuere menester. Bien, lo que las modernas escuelas de negocios nos enseñan es que, si bien es bueno proteger el capital intelectual y las ideas que pueden transformarse en grandes negocios, es poco probable que alguien simplemente nos robe la idea, especialmente si se trata de un inversor. Esto se explica principalmente por el hecho de que si solo tenemos una idea, no sirve de mucho, lo que sí sirve es haberla ejecutado aunque sea en una pequeña medida, para demostrar en la práctica su efectividad. Si no está ejecutada, no sirve, y si está ejecutada, seria lógico aprovechar esa ejecución y a la persona que posee la experiencia.
- Tenemos un proyecto en mente, como bajar de peso, comenzar con una actividad, crear un emprendimiento, etc. En general la bibliografía (especialmente la mas relacionada con la New Age) propone que contemos esos proyectos, de tal manera que generemos una especie de compromiso que nos haga tener que cumplir con nosotros mismos, con nuestra imagen, y con todos los que les contamos. Esto puede generar así una inercia positiva que puede acercarnos más a la idea del objetivo realizado. Claro está que esto funciona mejor si los que lo saben son personas cercanas, no tiene sentido colocar pasacalles anunciándolo. No obstante, hay investigaciones (de la primera mitad de siglo pasado!!) que demuestran que contar nuestras intenciones genera un sentimiento prematuro de realización, y que en el cerebro se crean “símbolos de identificación” que forman la imagen de uno mismo, autosatisfaciendose lo suficiente como para desatender la búsqueda de nuevos símbolos, y reduciendo así la motivación para conseguir los objetivos. También se concluyó que el éxito en una sub meta (por ej: comenzar una dieta) reduce el esfuerzo a realizar para lograr metas importantes (por ej: comenzar el gimnasio) por la razón antes mencionada, pero aplicada positivamente. De alguna manera podriamos decir que cuanto más cambiamos, menos nos resistimos a nuevos cambios. Buen hábito, si los hay.
La pregunta del millón pasa de ser ¿contar o no contar? a ser ¿qué tanto influye en el objetivo el hecho de contarlo? y además surge otra pregunta determinante ¿a quiénes debemos contarle?. La primera pregunta depende en gran medida de uno mismo, pero pueden hacerse ajustes para que el hecho de contar algo funcione como motivación, y allí tal vez el secreto sea la forma de contarlo. Es decir, no es lo mismo decir “Me compré zapatillas nuevas para empezar a salir a correr” que decir “Quiero comenzar a correr, si no lo hago recordame que me compré zapatillas nuevas solo para hacerlo”. De hecho la manera en que uno formula las preguntas y frases suele ser un gran tema de estudio en el mundo de la lingüística y la comunicación humana, por lo que no es mala idea observar la forma en que lo hacemos.
Por otra parte, refiriéndonos al hecho de a quién contarle, sería necio creer que todas las personas influyen de la misma forma en nuestras vidas. ¿Influye acaso la buena o mala intención de una persona en cuanto a la conceción de nuestro objetivo? Particularmente creo que si. De hecho creo que es lo que uno inconscientemente pide cuando anuncia “mañana rindo un examen, deseame suerte” o “tirame buena onda, que tengo una entrevista de trabajo el próximo lunes”. En este sentido, es importante determinar quiénes son las personas que se “alinearán” con nuestro objetivo, ya sea desde la intención, la actitud, la “buena onda”, o la práctica, y quienes los que por una u otra razón (envida, celos, fastidio, rencor, despecho, odio, etc.) no solo que no se alegrarán, sino que internamente podrían contribuir a un potencial sabotaje de nuestros planes, ya sea desde la práctica o desde la intención. Tal vez sea hora de preguntarnos nuevamente si contar o no contar. Probablemente intentando determinar qué y a quiénes de manera mas especial.
Lo cierto es que todo aquello que ayude a la obtención de nuestros objetivos lo colocaremos del lado de los hábitos deseables, y el análisis sobre el contarlos o no contarlos puede darnos una interesante pauta, que será nuestra tarea optimizar continuamente.

Tomado de: http://www.ingenioactivo.com/contar-o-no-contar-esa-es-la-cuestion/

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