El acoso de un desconocido se puede dar
en las redes sociales, en el celular y hasta en la puerta de la casa;
cuatro historias de personas que lo padecieron y cuentan su experiencia
Identificar el problema es el comienzo
de la solución. Pero ¿qué pasa cuando no se conoce la causa? O, peor
aún, cuando la persona descubre que está siendo hostigada por un
extraño. El desconcierto posterga la solución.
Una mujer que perdió tres veces la línea de su celular
porque alguien se lo denunciaba como robado; una familia que abrió la
puerta de su casa unas 30 veces en el día para rechazar pedidos de
deliverys y remises que nunca solicitó; un joven que sufrió el robo de
su identidad en Facebook
para ser difamado; un ex empleado del Poder Judicial que caminó entre
balazos y causas inventadas. Cuatro historias sobre hostigamiento o
acoso anónimo. Cuatro personas que sufrieron un infierno todos los días.
La línea de celular suspendida
Los usuarios de Twitter se acordarán de los #FF (Follow
Friday) de los viernes. Ese día se recomendaban personas de la red
social. Una costumbre, que ya quedó en desuso, fue el comienzo del
hostigamiento que sufrió Silvina.
En esa interacción virtual inició un intercambio de
contenidos con un periodista y, a su vez, con una usuaria que, de
modales amables, le aconsejaba libros en inglés, música y ciertas
trivialidades. Pero unos meses después de esa amistad tuitera los buenos modales le dieron paso a cierta hostilidad.
Querida, quiero que sepas que no me gusta que le hagas #FF a mi marido
"Querida, quiero que sepas que no me gusta que le hagas
#FF a mi marido", fue el primer mensaje directo (o DM) que recibió.
"Quedé atónita -cuenta a LA NACION - porque no sabía a quien se
refería y me respondió que varias 'gatas' lo estaban acosando por
Twitter. Su marido, me decía, era el periodista". Silvina, abogada,
prefiere proteger su identidad y la de todas las personas involucradas
en esta historia.
Miguel Sumer Elías, especialista en derecho informático y director de Informática Legal
, ofrece su diagnóstico para éste y varios casos similares. Dice que
con Internet el hostigamiento dejó de ser en un lugar físico ya que no
se realiza cara a cara sino que a través de mail o redes sociales. "La
víctima se topa con esos mensajes durante las 24 horas, por eso se habla
de un delito potenciado por los medios utilizados y la falta de
temporalidad. Eso se llama ciberbullying ", detalla.
El abogado aporta que las víctimas de estos actos
pueden condenar civilmente al autor de los ataques, pero la figura de
hostigamiento o acoso virtual no está contemplado como delito. "Se puede
aplicar el Código Contravencional de la Ciudad de Buenos Aires el que
castiga el mero hecho de intimidar u hostigar de modo amenazante".
Sabiendo del problema que tenía, Silvina se contactó
con el periodista quien reconoció que también era víctima "de una mujer
que lo llamaba acosándolo y amenazándolo de muerte", a él y a su
familia. Doble problema que derivó en una misma denuncia: extorsión.
Para ella la aparición de abogados parecía ser la
solución, pero la embestida no se detuvo en Twitter. Superó la barrera
de las redes sociales y llegó al mail y a su teléfono celular que era
denunciado como robado.
"Me llegó un mail de Dateas.com que borré
automáticamente. Pero alcancé a leer mi DNI, dirección postal, teléfono
de red de mi casa paterna. Todos mis datos personales", describe
Silvina. ¿Qué había pasado? La acosadora habría comprado el paquete de
datos y con la mención del número de DNI apropiado hacía una denuncia
falsa del robo del teléfono en la compañía. Silvina se quedaba sin línea
teléfono. Le pasó tres veces.
La solución, por ahora, fue acordar con la empresa
telefónica que nadie puede realizar ningún trámite sobre la línea sin
citar una clave de seguridad alfanumérica. El próximo paso es la
intervención de la justicia y la exposición de registros de DM's, mails y
llamados telefónicos.
Para Sumer Elias los efectos dañinos de los delitos a
través de la tecnología "multiplican tanto la potencia de la agresión
como el impacto y duración del daño psíquico, siendo en muchos casos
indeleble, recurrente y repetitivo".
En el caso de Silvina las acciones legales y judiciales
aún no fueron iniciadas. "Me las reservo por si vuelvo a tener noticias
de esta señora", dice.
La relación de 140 caracteres, se cortó. Los #FF son historia.
Deliveries y remises hasta la madrugada
Treinta pedidos de deliverys en un día, sin
solicitarlos. Los timbrazos eran sistemáticos, entre las 17 y las 2,
durante dos meses. En ese tiempo Pablo y su familia eliminaron la opción
de pedir comida por teléfono, pusieron carteles para alertar a los
repartidores y comenzaron a odiar al timbre. Todo por una persecución
anónima. O no tanto.
Ocurrió entre enero y marzo de este año, después de una
disputa familiar por separación de bienes en una herencia. Sin
pedirlos, sin saberlo, Pablo y su familia comenzaron a recibir paquetes
de comidas y remises, todos dirigidos a la dirección de su departamento.
"Desconecté el timbre, pero había gente que golpeaba la
puerta de vidrio de mi casa. Nos traían docenas de empanadas, dos kilos
de helados, una remisería mandó autos tres veces en el mismo día. Una
locura", recuerda ahora, con el trance ya superado.
Al estrés provocado por el constante repiqueteo del
timbre se le sumaron otros contratiempos. El primero: suspender los
pedidos a las casas de comida. No más deliverys
para la familia. "A veces no sabíamos quien venía a casa porque
desconectamos el timbre. ¡Pusimos un cartel en la puerta explicándole a
los chicos del delivery que no toquen la puerta!", agrega.
Nos traían docenas de empanadas, dos kilos de helados, una remisería mandó autos tres veces en el mismo día. Una locura
Reparto de bienes, desacuerdo de las partes y la
pesadilla del timbre. Sin demasiados detalles Pablo cuenta que "oh
casualidad" todo se desencadenó, a partir de un problema familiar. "Hubo
un acuerdo de palabra que no se cumplió. Sospecho de una persona, pero
no estoy seguro".
Después de un sostenido acoso nocturno de varios días,
para tranquilidad de la familia la persecución fue menguando, pero una
denuncia le puso fin al problema. "En la comisaría me decían que no
había manera de denunciarlos porque ¿a quién denunciaba?", se pregunta
Pablo. La denuncia contra el sospechoso (o sospechosa) fue
contravencional y en un Juzgado capitalino. Ahí terminó todo.
"Era de locos. Llegó un punto que hasta me robaron la
correspondencia. Parecía una película de Michael Douglas". Atracción
fatal.
Acoso y robo de identidad en Facebook
Como miles de los argentinos que no pudieron viajar al
Mundial de fútbol de Sudáfrica en 2010, Gian y un grupo de amigos se las
ingeniaron para alentar a la Selección
desde aquí. Eligieron sumarse al grupo de Facebook Soy Argentino. Pero
el objetivo inicial de subir fotos, videos, canciones y frases
alentadoras para el equipo del Diego se transformó en comentarios
xenofóbicos, homofóbicos y violentos de los administradores del sitio,
lo que derivó en una persecución virtual.
"Bastó para decir que estábamos en contra de lo que se
hacía para que comenzara el acoso", cuenta Gian que creó otro grupo en
el cual, además de alentar a la Selección, se repudiaba la violencia, la
xenofobia y la homofobia. "Nos declararon la guerra virtual".
Sin conocer ni aplicar la opción de Privacidad que
ofrece Facebook, Gian y sus padres tenían sus perfiles abiertos al
público. ¿Qué pasó? Quienes ejecutaban el ciberbullying rastrearon los
datos de los tres, robaron sus identidades y se apoderaron de fotos y
comentarios, de ellos y de sus contactos en la red. "Luego crearon
perfiles falsos con los nombres de mis padres y ponían comentarios del
tipo 'sentimos vergüenza de tener un hijo puto, trolo', o sea, yo. Es
algo horrible, una pesadilla", recuerda Gian.
Para Daniel Monastersky, abogado que forma parte del Grupo de Expertos en Seguridad Informática y Cibercrimen
que asesora al Gobierno nacional, cuando el acosador elige una víctima
"percibe que hay ciertas debilidades que pueden ser físicas, mentales,
emocionales o culturales y detectan que pueden ser vulnerables. Esto se
traslada al ciberbulling".
Crearon perfiles falsos con los nombres de mis padres y ponían comentarios del tipo 'sentimos vergüenza de tener un hijo trolo'
En el caso de Gian el avasallamiento sobre su
reputación continúo a un ritmo pavoroso. En poco tiempo se habían creado
ocho nuevos perfiles con su nombre y otros ocho con su apodo, como se
lo menciona en la nota. Todos eran falsos. A través de ellos continuaba
el bombardeo de calumnias e injurias como supuestos mensajes suicidas
del damnificado, acusaciones de pedofilia y delincuencia.
"Se pone en juego la reputación online de la persona.
Antes de Internet, si eras una mala persona podías empezar una vida
nueva. Ahora no. Uno es lo que Google dice que uno es", compara Sumer Elías que brinda charlas de concientización responsable sobre el buen uso de Internet.
Al igual que en el caso de Silvina, la persecución llegó a la casilla de correo electrónico, hackeada
y expuesta al robo de todos los datos personales que contenía. "Uno de
ellos [de los acosadores] amenazó con esperarme en la puerta de mi casa y
cortarme la cara con una Gillette".
La Policía Metropolitana cuenta con la División de Investigaciones Telemáticas
, un área específica que investiga los crímenes informáticos para
aplicar un protocolo similar al de otros delitos y cruzar información
con otras fuerzas como Interpol, FBI y Policía Federal. Esta división
protege a las personas que sufren ciberbullying . Luego de una
denuncia comienza a trabajar bajo un marco legal dirigido, coordinado y
supervisado por un fiscal que dispone el curso de la investigación. Los
agentes del área ejecutan las órdenes.
Luego de los escraches informáticos y la
consulta a un abogado, la solución del problema parecía lejana. La
explicación fue clara y contundente: pelear contra personas virtuales
era casi imposible.
"El robo de identidad no está considerado delito en la
Argentina y cuando actúa la Justicia lo hace por otro delito como la
extorsión, amenaza o calumnia, no por robo de identidad", añade
Monastersky, titular de Identidad Robada
. El daño, como dice su colega Sumer Elías, es irreparable: "Cuando
antes te insultaban, ese insulto se evaporaba con el tiempo; en Internet
no pasa porque queda indeleble, de por vida".
"¿Qué hice? Tenía más de 2.000 contactos en Facebook y
me quedé con 150, los más conocidos", explica Gian. "Después de dos
meses de ataques volvió la paz, pero dos años después recibo solicitudes
de amistad de gente extraña, que no conozco. Son ellos que nunca
descansan".
¿Y que deberían hacer los damnificados? Monastersky
aconseja que se debe constatar la prueba de los contenidos difamatorios
ante un escribano o abogado. Con eso radicar la denuncia en cualquier
comisaría. Luego avanzará la investigación correspondiente.
Causas judiciales inventadas y el auto baleado
Era un administrativo ejemplar del Poder Judicial.
Manejaba dinero en efectivo, tenía buena relación con jueces, fiscales y
empleados de todas las líneas. Hasta que jugó fuerte, hizo una denuncia
interna y comenzó a vivir una odisea entre balazos, amenazas de muerte y
causas inventadas. Todo terminó cuando firmó su "libertad".
"Fue un hostigamiento permanente y sistemático, una
pesadilla para mi familia y para mí", dice el hombre en estricta reserva
de su identidad y con los detalles mínimos de la historia.
Después de la denuncia, que derivó en una investigación
por la gravedad del motivo, el empleado comenzó un calvario. Y aunque
presumía de qué dirección provenía el acoso, nunca lo pudo comprobar. O
nunca quiso.
"Me aparecieron seis causas del año 1985, por
diferentes motivos, y eran inventadas porque ya tenía el pasaporte, DNI y
todos los trámites de la Policía realizados. De otra forma, no los
hubiera conseguido", describe el damnificado. Las causas estaban a
nombre de otra persona, pero cuando debía realizar un trámite o salir
del país, aparecían con su identidad.
Llamaron diciéndome: 'Tus nietos van a ser boleta, no jodas más con la causa'
La historia del hoy jubilado del Poder Judicial tiene
su lado dramático y criminal. Según cuenta, tanto él como su esposa
recibieron amenazas que hasta involucraban a otros miembros de su
familia.
"Llamaron diciéndome: 'Tus nietos van a ser boleta, no
jodas más con la causa'". Y en la calle le balearon el auto, minutos
después de haber llegado a su casa. "Me venía siguiendo una Traffic, era
sospechosa, pero la perdí en un peaje. Cuando estaba dentro de mi casa
escucho todo el despelote ". El despelote eran los disparos.
Las persecuciones y acoso terminaron cuando el caso se
fue agotando por iniciativa del denunciante. "Estaba mi familia en el
medio y prioricé a ella", dice. La causa permanece dormida en
Tribunales, hace más de diez años.
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