31 mayo 2025

La Pirámide del Fin del Mundo

La manera de parar una escalada armamentística no es dejar de fabricar armas; es dejar de fabricar defensas contra esas armas.
¿Seguro?
Esta es la historia de dos defensas contra misiles. Una "no existía", la otra era demasiado peligrosa.
El algún momento del primer trimestre de 1976, las emisoras de onda corta de todo el mundo comenzaron a recibir un extraño sonido.
Una serie de golpes marcados. Uno tras otro, en una cadencia repetida sin fin.
El ruido se metía en todas las ondas, era capaz de interferir e interrumpir todas las frecuencias, entorpeciendo hasta la radio de los aviones comerciales.
Enseguida, los radioaficionados de todo el mundo lo llamaron "El Pájaro Carpintero".
Tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac.

Los radioaficionados intentaron combatir el sonido con señales sincronizadas de onda continua, pero nada parecía alterar al Pájaro Carpintero.
Pronto se detectó que la señal provenía de la República Soviética de Ucrania así que enseguida aparecieron teorías conspiratorias: que si un sistema de control del clima, que si un sistema de control mental, que si un anticipo de una invasión de la URSS...
Pero, en realidad, lo que casi todos los aficionados a la radio intuían es que se trataba de un sistema de radar transhorizontal (OTH - Over The Horizon).
Y eso es lo que era exactamente: un COLOSAL sistema de radar cuya detección se extendía muy por encima del horizonte.
Se llamaba Duga-3.

Los radares OTH son sistemas de largo alcance capaces de avanzar miles de kilómetros sobre el límite de un radar convencional porque la señal no es directa sino que rebota en la ionosfera.

Claro, el Duga-3 no era una instalación civil, era un escudo antimisiles.

O más bien, un sistema que permitiese detectar los misiles intercontinentales balísticos Minuteman III con cabeza nuclear que, supuestamente, pudiesen lanzar los USA contra la madre patria soviética.
La Guerra Fría fue, sobre todo, un gigantesco juego de espionaje, engaños y propaganda, así que los soviéticos negaron la existencia del Pájaro Carpintero y, por su parte, los yanquis negaron que ellos supieran que el Pájaro Carpintero existía.

Pero seguía martilleando cada día.
Una matriz de miles de antenas, que media un kilómetro de largo y se alzaba más de 150 metros (la altura de un rascacielos de 50 plantas), sencillamente, no existía.
Con todo, el DUGA-3 permaneció activo hasta 1989 y, a día de hoy es un lugar de acceso restringido, pero no por su actividad pasada, sino porque se encuentra en la zona de exclusión de Chernóbil, pues la ciudad fantasma de Prípiat está a solo 20 kilómetros.

Y los yanquis siempre supieron que los soviéticos estaban desarrollando escudos antimisiles porque, bueno, porque ellos también habían montado el suyo.

Uno un poco más pequeño pero bastante más sofisticado y mucho más contundente: la Pirámide de Dakota del Norte.

La Pirámide de Dakota formaba parte del Complejo de Salvaguardia Stanley R. Mickelsen y era la única de las instalaciones que se construyeron bajo los términos del Tratado de Misiles Antibalísticos de 1972.
Y el Tratado de Misiles Antibalísticos de 1972 se fundamentó sobre la siguiente base: "La manera de parar una escalada armamentística no es dejar de fabricar armas; es dejar de fabricar defensas contra esas armas".
Parece contraintuitivo, pero apela al principal artefacto que mantuvo la Guerra Fría a raya: la Destrucción Mutua Asegurada. De una manera retorcida, pero eficaz, el Tratado decía que cuantas más defensas contra misiles nucleares balísticos haya, más misiles nucleares balísticos serán necesarios para mantener la teoría de la disuasión mutua.

Así que limitaron esas defensas a solo dos instalaciones.
Y el centro de una de esas instalaciones era la Pirámide.
De 30 metros de alto y alzada desafiante sobre la pradera, el edificio era un sistema de detección mediante Radares de Adquisición Perimetral o Radares de Matriz de Fase (PAR, en inglés), que estaban instalados en los ojos de cada cara de la pirámide.

Esos ojos oteaban el horizonte día y noche en busca de misiles nucleares balísticos soviéticos: los temibles R-16, R-26 y R-36.

Porque la Pirámide solo era una parte del complejo. La otra parte era la más contundente: 100 misiles de intercepción con cabeza nuclear.

Situados muy cerca de la Pirámide y conectados DIRÉCTAMENTE a ella había 100 silos (lo máximo permitido por el Tratado de Misiles Antibalísticos).

Dentro descansaban 20 misiles LIM-49 Spartan de largo alcance y 80 Sprint de corto alcance.
Si los radares PAR, capaces de identificar posición, dirección y velocidad de múltiples objetivos, detectaban algún misil soviético, inmediatamente lanzaban los Spartan de 5 megatones; y si los Spartan fallaban, era el momento de los velocísimos Sprint de 1 kilotón.

Un sistema tan eficaz parecería destinado a proteger grandes ciudades y no un páramo deshabitado. Entonces, ¿por qué lo construyeron allí?
Pues porque los norteamericanos decidieron que, en la partida de ajedrez, ellos irían un movimiento por delante.
Así, el Stanley R. Mickelsen se levantó en la pradera para escudar los silos de los Minuteman III, los propios misiles nucleares balísticos norteamericanos.

Unas instalaciones de salvaguardia que no salvaguardaban vidas humanas sino las armas con las que represaliar a los soviéticos en caso de que estos atacasen a Occidente.

Parece una locura belicista pero consolidaba la disuasión.
Si aseguro la protección de las ciudades, la guerra se prolongará, aunque sea con medios convencionales; si garantizo la aniquilación total, nadie va a querer empezar esa guerra.

Sin embargo, un presupuesto desmesurado y la posibilidad de que la explosión nuclear combinada provocase una catástrofe sobre Canadá (porque los misiles soviéticos vendrían desde el Ártico), hicieron que el complejo solo estuviese activo durante 3 días de 1975.

A día de hoy, tanto la Pirámide como el Pájaro Carpintero son artefactos imposibles que otean el horizonte a ciegas. Las ruinas de cuando creíamos que mañana sería el fin del mundo.

Esperemos que sigan en ruinas.

Via @Pedro Torrijos
Que te diviertas!

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