La humanidad se separó en distintas ramas hace decenas de miles de años (quizás más), y desde entonces la mayor parte de las culturas han evolucionado de manera diferente. Lo que pensamos, lo que creemos, lo que sentimos, todo se ha derivado de diferentes circunstancias y caminos.
Pero pese a ello, algunas cosas parecen permanecer en el fondo de todas las sociedades, como metido en lo más profundo de nuestra mente. Uno de los ejemplos más claros es el miedo a la noche, el temor a los monstruos que silenciosamente nos asechan desde la penumbra. Es algo casi universal, niños de todas las razas y culturas piden a sus padres que revisen bajo la cama, tras la puerta o en el armario (si tienen armario) porque algo podría estar ahí escondido.
Y aún entre los adultos, la inquietud y el temor en medio de la noche es algo natural. Son pocos los que pueden andar en descubierto, en medio de la noche, sin al menos un poco de inquietud.
La universalidad de una actitud nos indica que hay algo más ahí que un simple asunto cultural. Está en nuestros genes el temerle a la noche. Está en nuestro cerebro un miedo inherente a las cosas silenciosas que podrían ocultarse en la oscuridad. Pero ¿a qué se debe esto?
El cazador del Homo Habilis
La única explicación razonable, en términos evolutivos, es que en algún momento del pasado fuese fundamental para nuestros antepasados el permanecer atentos en medio de la noche, y nunca dejar un lugar protegido.
Existen muchas razones por lo que esto podría haber sucedido. Aún en la actualidad muchas especies de felinos son capaces de causar daño considerable a los seres humanos en poco tiempo. Sin embargo, pocos pueden causar una muerte instantánea.
Meganthereon
Un humano herido es peligroso, como lo es cualquier otra presa. Por esta razón, los cazadores han aprendido a medir sus riesgos y realizar golpes rápidos que acaban con la vida de sus víctimas sin que les represente peligro alguno. Un tigre o un león pueden matar a un humano, pero no será rápido, pues sus dientes son demasiado pequeños para atravesar el duro cráneo de una persona.
Sin embargo, existieron dos especies de felinos capaces de atravesar de una mordida el cráneo de los seres humanos. Es posible que estos animales se hayan especializado en cazar a los nuevos homínidos que hacía poco tiempo habían abandonado las selvas. Se trató de Dinofelis y Megantereon
Tigres come-humanos
Estos monstruos habrían evolucionado para cazar humanos en la noche, cuando somos más vulnerables, presionando el desarrollo de habilidades como la construcción el uso del fuego y la invención de lanzas.
Esto está claro no sólo por la coincidencia en la existencia de antepasados nuestros y las bestias, sino por el hallazgo de cráneos humanos con claras marchas de dientes de sable en ellos. Ambos tigres tenían dientes grandes (uno, Megantereon, sería un antecesor del tigre dientes de sable) capaces de atravesar el cráneo de una mordida, por lo que las marcas dejadas son claras.
Pero lo que es más interesante, experimentos han demostrado que un niño de 4 años nacido en el Amazonas tiene la misma habilidad para predecir el comportamiento de un felino grande que un niño equivalente de Berlín (o cualquier otra ciudad grande). Fue tal la marca que dejaron estos monstruos que aún hoy nuestros cerebros están preparados para ocultarse en cualquier momento de un gran felino depredador.
Así que la próxima vez que tu hijo tenga miedo del closet, ya sabes a quién culpar. A dos felinos gigantes de hace 2 millones de años.
Pero pese a ello, algunas cosas parecen permanecer en el fondo de todas las sociedades, como metido en lo más profundo de nuestra mente. Uno de los ejemplos más claros es el miedo a la noche, el temor a los monstruos que silenciosamente nos asechan desde la penumbra. Es algo casi universal, niños de todas las razas y culturas piden a sus padres que revisen bajo la cama, tras la puerta o en el armario (si tienen armario) porque algo podría estar ahí escondido.
Y aún entre los adultos, la inquietud y el temor en medio de la noche es algo natural. Son pocos los que pueden andar en descubierto, en medio de la noche, sin al menos un poco de inquietud.
La universalidad de una actitud nos indica que hay algo más ahí que un simple asunto cultural. Está en nuestros genes el temerle a la noche. Está en nuestro cerebro un miedo inherente a las cosas silenciosas que podrían ocultarse en la oscuridad. Pero ¿a qué se debe esto?
El cazador del Homo Habilis
La única explicación razonable, en términos evolutivos, es que en algún momento del pasado fuese fundamental para nuestros antepasados el permanecer atentos en medio de la noche, y nunca dejar un lugar protegido.
Existen muchas razones por lo que esto podría haber sucedido. Aún en la actualidad muchas especies de felinos son capaces de causar daño considerable a los seres humanos en poco tiempo. Sin embargo, pocos pueden causar una muerte instantánea.
Meganthereon
Un humano herido es peligroso, como lo es cualquier otra presa. Por esta razón, los cazadores han aprendido a medir sus riesgos y realizar golpes rápidos que acaban con la vida de sus víctimas sin que les represente peligro alguno. Un tigre o un león pueden matar a un humano, pero no será rápido, pues sus dientes son demasiado pequeños para atravesar el duro cráneo de una persona.
Sin embargo, existieron dos especies de felinos capaces de atravesar de una mordida el cráneo de los seres humanos. Es posible que estos animales se hayan especializado en cazar a los nuevos homínidos que hacía poco tiempo habían abandonado las selvas. Se trató de Dinofelis y Megantereon
Tigres come-humanos
Estos monstruos habrían evolucionado para cazar humanos en la noche, cuando somos más vulnerables, presionando el desarrollo de habilidades como la construcción el uso del fuego y la invención de lanzas.
Esto está claro no sólo por la coincidencia en la existencia de antepasados nuestros y las bestias, sino por el hallazgo de cráneos humanos con claras marchas de dientes de sable en ellos. Ambos tigres tenían dientes grandes (uno, Megantereon, sería un antecesor del tigre dientes de sable) capaces de atravesar el cráneo de una mordida, por lo que las marcas dejadas son claras.
Pero lo que es más interesante, experimentos han demostrado que un niño de 4 años nacido en el Amazonas tiene la misma habilidad para predecir el comportamiento de un felino grande que un niño equivalente de Berlín (o cualquier otra ciudad grande). Fue tal la marca que dejaron estos monstruos que aún hoy nuestros cerebros están preparados para ocultarse en cualquier momento de un gran felino depredador.
Así que la próxima vez que tu hijo tenga miedo del closet, ya sabes a quién culpar. A dos felinos gigantes de hace 2 millones de años.
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