29 abril 2025

Rebelión de esclavos en Constantinopla

Las cadenas de la esclavitud solo atan manos.
Es la mente la que hace al hombre libre o esclavo.
Franz Grillparzer
La noche del 29 de abril de 1618, Constantinopla, capital del Imperio Otomano, fue escenario de una rebelión sin precedentes.

García del Castillo Bustamante era un alférez nacido en Sevilla. Fue capturado en combate al norte de Marruecos y reducido a la esclavitud.

Había pasado de amo en amo hasta acabar bajo la posesión del cadí mayor de Constantinopla, logrando gran confianza de su amo debido a sus cualidades personales. Junto a él, un arquitecto de Salamanca llamado Marcos de Pinto, esclavo del sultán Osman II, y un soldado extremeño llamado Pedro de Chaves, organizaron una revuelta que supondría un golpe al orgullo de la mayor potencia del mediterráneo junto con el Imperio español.

En abril de 1618, Osman II reunió una armada para marchar contra el virreinato español de Sicilia. Las celebraciones por la partida de la Armada se dieron en toda Constantinopla, alboroto que Bustamante aprovechó para tramar la revuelta.

Poniéndose en contacto con Pinto y otros 30 cautivos cristianos, acordaron que cada uno de ellos prendería fuego a la casa de su amo y a todas las que pudiera el día 29 de abril, fiesta cristiana de San Pedro Mártir y quinto día del festival naval otomano. Llegado el día, los cristianos cumplieron con lo acordado y los incendios que prendieron se propagaron por la ciudad, hasta el punto de que hasta la mezquita de Santa Sofía se vio alcanzada por el fuego derritiéndose las cubiertas de bronce de sus puertas. El Gran Palacio también fue incendiado bajo indicaciones de Pinto, obligando a Osman II y a su harén a abandonarlo temporalmente.

El caos creado por los incendios provocó que el puerto de la ciudad quedara desguarnecido, ya que soldados y mercaderes acudieron en masa al socorro de los incendios. Los 30 esclavos cristianos tomaron una barca con la que alcanzaron una galera, y una vez en ella, mataron a los pocos guardas que quedaban y desencadenaron a los esclavos cristianos encadenados en los remos.

Repitieron el proceso, y aprovechando el tumulto provocado por las festividades y los posteriores incendios, llegaron a reunir 2000 esclavos cristianos liberados, repartidos en cuatro galeras. Posteriormente, usaron los artefactos incendiarios preparados para el ataque a Sicilia y prendieron fuego a toda la flota otomana en el puerto.

La destrucción fue masiva: más de doscientos barcos fueron consumidos por las llamas, incluida la flota que el sultán Osman II había destinado para la invasión. La confusión reinante en las torres de vigilancia permitió que los insurgentes escaparan con facilidad, ya que los guardias, creyendo que se trataba de marineros otomanos alejando sus barcos del fuego, no intentaron detenerlos.

Bustamante y los demás esclavos fugados se dirigieron hacia el mar, zarpando en las galeras tomadas y dejando atrás una Constantinopla arrasada por el fuego. Su destino era Malta. En el camino, atacaron y capturaron varios barcos musulmanes, llegando a reunir una flota improvisada de treinta naves.

Al llegar a Malta, los malteses dieron la voz de alarma al creer que eran atacados por la Armada otomana, pero la confusión se terminó cuando se enarbolaron las banderas blancas y Bustamante desembarcó en una falúa.

Los fugitivos fueron recibidos con honores por los caballeros de la Orden de San Juan, quienes celebraron su llegada con varios días de misas y festejos.

El propio Gran Maestre de Malta aposentó a Bustamante y Marcos de Pinto, siendo el resto de fugitivos acogidos con entusiasmo por el resto de la población.

La magnitud del golpe a Constantinopla fue evidente. Más de 40.000 casas fueron destruidas, más de 200 naves abrasadas y 12.000 personas murieron, entre ellas cientos de jenízaros, el general de la Armada o el primer Visir de Constantinopla. Las pérdidas materiales fueron incalculables, ya que se destruyó gran parte del patrimonio del imperio, incluida la flota otomana y varios edificios históricos.

Osman II, furioso por lo sucedido, ordenó la ejecución de numerosos cristianos sospechosos de estar involucrados en la rebelión. A pesar de sus esfuerzos, no logró capturar a los responsables, y no conoció con exactitud lo ocurrido hasta que un esclavo griego, que había escapado con la flota rebelde y renegado posteriormente, le informó sobre los detalles del levantamiento.

El sultán amenazó con invadir Malta si no se le entregaban los fugitivos y las galeras, pero el Gran Maestre de Malta rechazó la demanda, asegurando que los fugitivos se encontraban en Nápoles. A pesar de la amenaza de represalias, nunca se llevó a cabo una invasión, y la rebelión de los esclavos cristianos en Constantinopla pasó a la historia como uno de los episodios más audaces de resistencia en el contexto del dominio turco.

Esta gesta merece conocerse.

Via Capitán Gral de los Tercios/Virrey de las América

Que te diviertas!

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