El físico y matemático Freeman John Dyson en 2005 |
El pasado 28 de Febrero la vida de Freeman John Dyson, nacido el 15 de diciembre de 1923 en Crowthorne, Reino Unido, llegaba a su fin. Tenía 96 años. Este físico teórico y matemático era profesor emérito en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, Estados Unidos, y conocido por sus trabajos en electrodinámica cuántica, física del estado sólido, astronomía e ingeniería nuclear. Además de por sus contribuciones científicas, Dyson es célebre por sus predicciones.
Desde pequeño fue un ávido lector de novelas de ciencia ficción y durante su juventud trabajó en el diseño de una nave de propulsión nuclear para la compañía General Atomics. Por eso se entiende en parte que Dyson sea célebre no solo por varios conceptos teóricos sino también por varias visiones sobre el futuro. Entres ellas está la esfera de Dyson, una megaestructura alienígena construida en torno a una estrella, el árbol de Dyson, un árbol modificado para crecer en un cometa o la inteligencia eterna.
La esfera de Dyson
Probablemente la idea sobre el futuro más célebre de este científico sea la esfera de Dyson. El argumento procede de un artículo publicado en 1960 en la revista «Science» y titulado «Búsqueda de Fuentes Artificiales Estelares de Radiación Infrarroja». Ahí especula que, en teoría, desde la Tierra debería de ser posible ver estrellas en el espacio en las que detectásemos una huella de una civilización extraterrestre.
Consideró que las civilizaciones más avanzadas se expanden hasta el punto de necesitar toda la energía procedente de su sistema solar. Por eso, considera que la solución final para ellas sería construir un caparazón en torno a sus estrellas, una esfera de Dyson, con el que explotar toda la energía producida.
«Uno podría esperar que, unos pocos miles de años después de comenzar su etapa de desarrollo industrial, cualquier especie inteligente pudiera estar ocupando una biosfera artificial en los alrededores de su estrella madre», dijo Dyson.
Originalmente consideró que estas estructuras podrían estar formadas por nubes de hábitats espaciales del tamaño de asteroides, aunque algunos autores de ciencia ficción transformaron este concepto en una corteza sólida o en versiones todavía más imaginativas. Curiosamente, y tal como el propio Dyson reconoció, el concepto general de la esfera de Dyson nació en una novela de ciencia ficción firmada por Olaf Stapledon en 1937 y de nombre «Star Maker».
Lo más interesante es que estas megaestructuras de origen artificial deberían de ser detectadas desde la Tierra, en caso de existir y de situarse al alcance de nuestros instrumentos, puesto que bloquearían la luz visible y emitirían un exceso de energía en forma de radiación infrarroja. Por este motivo, los extraños cambios de brillo detectados en 2015 en la estrella de Tabby llevaron a algunos astrónomos a recordar el concepto de esfera de Dyson. Además de esta, otros científicos han ideado posibles huellas tecnológicas de civilizaciones extraterrestres, como la sombra de sus satélites de comunicaciones sobre los tránsitos, los momentos en los que los planetas lejanos pasan por delante de sus estrellas.
Los árboles de Dyson
Aparte de recomendar echar un vistazo ahí arriba en busca de civilizaciones alienígenas, este Freeman Dyson también ideó una forma de llevar a cabo viajes espaciales en el futuro.
Imaginó que en el futuro los humanos podrán manipular cometas espaciales para fabricar «naves» en las que asentarse o recorrer el espacio. Propuso para ello manipular los genes de árboles para hacerles capaces de crecer en cometas, en el interior de oquedades rellenas de aire respirable, producido por estas mismas plantas.
Dichos huecos irían cubiertos por una gruesa y transparente capa de aislamiento que permitiera el paso de luz y que los protegería de las condiciones del espacio. Para aumentar la cantidad de radiación que llegase hasta los árboles, Freeman Dyson consideró que un conjunto de espejos y lentes podrían concentrar la luz hasta los agujeros del cometa.
La inteligencia eterna
En los setenta, Dyson fue uno de los primeros físicos en estudiar cómo será el final del universo, en base a los conocimientos acumulados sobre su naturaleza. Planteó la posibilidad de que las civilizaciones y la consciencia pudieran imponerse al aumento de entropía constante y al terrible destino del universo: las estrellas se apagarán y las galaxias se separarán unas de otras a causa del tirón de la energía oscura.
Planteó un futuro en el que seres súper avanzados trascenderán la materia, de alguna forma. Podrán almacenar parte de la energía del universo y usarán una parte para producir sus pensamientos. Una vez consumida esta parte, entrarán en un estado de estasis, en el que el universo seguirá enfriándose y expandiéndose. Alguna tecnología desconocida podrá activar de nuevo el consumo de sus resservas de energía para permitirles pensar de nuevo, sin ni siquiera ser conscientes de sus parones. Este ciclo podría repetirse ilimitadamente, cada vez cada periodos más largos de tiempo, sin que estos seres se dieran cuenta de los cambios de longitud en los parones. De esta manera, podrían seguir pensando para siempre.
La exploración espacial
Adelantándose a su tiempo, este científico confiaba en que las compañías privadas harían que los viajes espaciales fueran baratos y que pusiesen los viajes al alcance de los ciudadanos y no solo de los gobiernos. Dyson creía que los precios más bajos son fundamentales para que los emprendedores puedan correr más riesgos e innovar de una forma notable.
«Ninguna ley de la física o la biología prohibe que los viajes o el asentamiento sean baratos en el espacio», escribió. «Pero es imposible predecir cuánto tiempo llevará».
En la actualidad, las compañías privadas están permitiendo abaratar notablemente el lanzamiento de cohetes y satélites al espacio y otras muchas van a tener clave en la llegada de los astronautas a Luna y Marte en los próximos años.
«Mi suposición es que la era de las misiones no tripuladas baratas llegará en los próximos cincuenta años, y que la era de las misiones tripuladas humanas comenzará a finales del siglo XXI», dijo.
Una vida repleta de intereses
De Freeman Dyson cuentan que con cuatro años intentó calcular el número de átomos del Sol y que era un niño normalmente rodeado de enciclopedias y de hojas donde hacía cálculos. Comenzó sus estudios de matemáticas con 17 años y con 19 fue asignado a la Sección de Investigación de Operaciones (ORS) de la Royal Air Force (RAF), la fuerza aérea británica. Allí hizo análisis matemáticos para optimizar la configuración de los bombarderos y la disposición de las formaciones en sus ataques contra la Alemania de Hitler.
Después fue readmitido en el Trinity College, donde tuvo un despacho cerca del filósofo Ludwig Wittgenstein. En 1947 publicó dos artículos sobre teoría de números y el célebre autor, Oliver Sacks, que era amigo suyo, dijo que para Freeman Dyson era muy importante hacer investigación «subversiva», no solo no ortodoxa. Pasó por Universidad de Cornell y por la Universidad de Birmingham y trabajó con Richard Feynman. En 1949 inventó las series de Dyson y en 1951 se convirtió en profesor de física de la Universidad de Cornell, entonces dirigida por Robert Oppenheimer.
Entre 1957 y 1961 trabajó en el Proyecto Orión, donde se investigó la propulsión nuclear de pulso para naves espaciales y participó en el diseño de TRIGA, un pequeño reactor nuclear empleado por universidades y hospitales para generar isótopos de interés médico.
También hizo investigaciones en física de la materia condensada, hizo demostraciones relacionadas con el principio de exclusión de Pauli e hizo avances en matemáticas, en los campos de la topología análisis, teoría de números y matrices. En 1979 trabajó en estudios del clima, fue presidente del Instituto de Estudios Espaciales y miembro del grupo JASON. Escribió reseñas de libros y en 2012 obtuvo un resultado relevante investigando el dilema del prisionero.
Desde pequeño fue un ávido lector de novelas de ciencia ficción y durante su juventud trabajó en el diseño de una nave de propulsión nuclear para la compañía General Atomics. Por eso se entiende en parte que Dyson sea célebre no solo por varios conceptos teóricos sino también por varias visiones sobre el futuro. Entres ellas está la esfera de Dyson, una megaestructura alienígena construida en torno a una estrella, el árbol de Dyson, un árbol modificado para crecer en un cometa o la inteligencia eterna.
La esfera de Dyson
Probablemente la idea sobre el futuro más célebre de este científico sea la esfera de Dyson. El argumento procede de un artículo publicado en 1960 en la revista «Science» y titulado «Búsqueda de Fuentes Artificiales Estelares de Radiación Infrarroja». Ahí especula que, en teoría, desde la Tierra debería de ser posible ver estrellas en el espacio en las que detectásemos una huella de una civilización extraterrestre.
Una esfera de Dyson, una estructura construida por civilizaciones alienígenas alrededor de estrellas lejanas - Danielle Futselaar/SETI International |
«Uno podría esperar que, unos pocos miles de años después de comenzar su etapa de desarrollo industrial, cualquier especie inteligente pudiera estar ocupando una biosfera artificial en los alrededores de su estrella madre», dijo Dyson.
Originalmente consideró que estas estructuras podrían estar formadas por nubes de hábitats espaciales del tamaño de asteroides, aunque algunos autores de ciencia ficción transformaron este concepto en una corteza sólida o en versiones todavía más imaginativas. Curiosamente, y tal como el propio Dyson reconoció, el concepto general de la esfera de Dyson nació en una novela de ciencia ficción firmada por Olaf Stapledon en 1937 y de nombre «Star Maker».
Lo más interesante es que estas megaestructuras de origen artificial deberían de ser detectadas desde la Tierra, en caso de existir y de situarse al alcance de nuestros instrumentos, puesto que bloquearían la luz visible y emitirían un exceso de energía en forma de radiación infrarroja. Por este motivo, los extraños cambios de brillo detectados en 2015 en la estrella de Tabby llevaron a algunos astrónomos a recordar el concepto de esfera de Dyson. Además de esta, otros científicos han ideado posibles huellas tecnológicas de civilizaciones extraterrestres, como la sombra de sus satélites de comunicaciones sobre los tránsitos, los momentos en los que los planetas lejanos pasan por delante de sus estrellas.
Los árboles de Dyson
Aparte de recomendar echar un vistazo ahí arriba en busca de civilizaciones alienígenas, este Freeman Dyson también ideó una forma de llevar a cabo viajes espaciales en el futuro.
Imaginó que en el futuro los humanos podrán manipular cometas espaciales para fabricar «naves» en las que asentarse o recorrer el espacio. Propuso para ello manipular los genes de árboles para hacerles capaces de crecer en cometas, en el interior de oquedades rellenas de aire respirable, producido por estas mismas plantas.
Dichos huecos irían cubiertos por una gruesa y transparente capa de aislamiento que permitiera el paso de luz y que los protegería de las condiciones del espacio. Para aumentar la cantidad de radiación que llegase hasta los árboles, Freeman Dyson consideró que un conjunto de espejos y lentes podrían concentrar la luz hasta los agujeros del cometa.
La inteligencia eterna
En los setenta, Dyson fue uno de los primeros físicos en estudiar cómo será el final del universo, en base a los conocimientos acumulados sobre su naturaleza. Planteó la posibilidad de que las civilizaciones y la consciencia pudieran imponerse al aumento de entropía constante y al terrible destino del universo: las estrellas se apagarán y las galaxias se separarán unas de otras a causa del tirón de la energía oscura.
Planteó un futuro en el que seres súper avanzados trascenderán la materia, de alguna forma. Podrán almacenar parte de la energía del universo y usarán una parte para producir sus pensamientos. Una vez consumida esta parte, entrarán en un estado de estasis, en el que el universo seguirá enfriándose y expandiéndose. Alguna tecnología desconocida podrá activar de nuevo el consumo de sus resservas de energía para permitirles pensar de nuevo, sin ni siquiera ser conscientes de sus parones. Este ciclo podría repetirse ilimitadamente, cada vez cada periodos más largos de tiempo, sin que estos seres se dieran cuenta de los cambios de longitud en los parones. De esta manera, podrían seguir pensando para siempre.
La exploración espacial
Adelantándose a su tiempo, este científico confiaba en que las compañías privadas harían que los viajes espaciales fueran baratos y que pusiesen los viajes al alcance de los ciudadanos y no solo de los gobiernos. Dyson creía que los precios más bajos son fundamentales para que los emprendedores puedan correr más riesgos e innovar de una forma notable.
«Ninguna ley de la física o la biología prohibe que los viajes o el asentamiento sean baratos en el espacio», escribió. «Pero es imposible predecir cuánto tiempo llevará».
Una representación artística de una esfera de Dyson |
«Mi suposición es que la era de las misiones no tripuladas baratas llegará en los próximos cincuenta años, y que la era de las misiones tripuladas humanas comenzará a finales del siglo XXI», dijo.
Una vida repleta de intereses
De Freeman Dyson cuentan que con cuatro años intentó calcular el número de átomos del Sol y que era un niño normalmente rodeado de enciclopedias y de hojas donde hacía cálculos. Comenzó sus estudios de matemáticas con 17 años y con 19 fue asignado a la Sección de Investigación de Operaciones (ORS) de la Royal Air Force (RAF), la fuerza aérea británica. Allí hizo análisis matemáticos para optimizar la configuración de los bombarderos y la disposición de las formaciones en sus ataques contra la Alemania de Hitler.
Después fue readmitido en el Trinity College, donde tuvo un despacho cerca del filósofo Ludwig Wittgenstein. En 1947 publicó dos artículos sobre teoría de números y el célebre autor, Oliver Sacks, que era amigo suyo, dijo que para Freeman Dyson era muy importante hacer investigación «subversiva», no solo no ortodoxa. Pasó por Universidad de Cornell y por la Universidad de Birmingham y trabajó con Richard Feynman. En 1949 inventó las series de Dyson y en 1951 se convirtió en profesor de física de la Universidad de Cornell, entonces dirigida por Robert Oppenheimer.
Entre 1957 y 1961 trabajó en el Proyecto Orión, donde se investigó la propulsión nuclear de pulso para naves espaciales y participó en el diseño de TRIGA, un pequeño reactor nuclear empleado por universidades y hospitales para generar isótopos de interés médico.
También hizo investigaciones en física de la materia condensada, hizo demostraciones relacionadas con el principio de exclusión de Pauli e hizo avances en matemáticas, en los campos de la topología análisis, teoría de números y matrices. En 1979 trabajó en estudios del clima, fue presidente del Instituto de Estudios Espaciales y miembro del grupo JASON. Escribió reseñas de libros y en 2012 obtuvo un resultado relevante investigando el dilema del prisionero.