Voces que susurran desde muy lejos,
el viento y la lluvia golpeando las ventanas, arañas que salen de la fuente del
jardín, ingredientes indispensables en cualquier historia de terror clásica
pero que aquí funcionan a un nivel de perfección que llega a asombrar y que no
se nutre solo de la oscuridad y la noche, como demuestra esa ejemplar secuencia
en el lago a plena luz del día y bajo la lluvia cuando la niñera observa
horrorizada la figura de una mujer en la otra orilla ante la imposibilidad (o
negación) de verla por parte de Flora...
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