En el año 2009 el cineasta Duncan Jones sorprendió a propios y extraños con una película, Moon, que triunfó en numerosos festivales y fue difundida por los círculos de cine independiente. El hijo del ínclito David Bowie nos narró una aventura espacial escrita con un fuerte sentido de la intriga y el misterio que, envuelta por una inquietante y gélida atmósfera, sin apenas recurrir al uso de efectos especiales, conseguía mantenerte atrapado durante todo el metraje. Los ecos de películas clave del género resuenan con fuerza –2001, Solaris– pero Jones logra realizar, con esta obra aparentemente tan modesta y poco ambiciosa, una de las propuestas más personales y auténticas que el género ha visto en años. Ni siquiera importa que la resolución de la intriga principal pueda ser algo previsible o que haya ciertas lagunas argumentales difíciles de justificar: Moon es una película que te involucra y te hace vivir sensaciones intensas, que te lleva de la mano por su fascinante mundo y no te suelta hasta que aparecen los créditos finales. Merece la pena entrar en su juego y darle la oportunidad que sin duda merece.
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