Volvemos a encontrarnos con una secuela que ha conseguido mejor posición en la lista que su predecesora. El gran acierto de James Cameron –cuando su nombre aún era garantía de calidad- fue dar una vuelta de tuerca a la primera entrega y convertir al que otrora fuera el archienemigo más implacable de Sarah Connor, el T-800, en su principal aliado. Pero Skynet no se rinde y ahora envía a través del tiempo a un nuevo prototipo de metal líquido, capaz de moldear su cuerpo a voluntad, para asesinar al futuro líder de La Resistencia: John Connor, en el presente un joven cínico y rebelde que terminará desarrollando un fuerte vínculo de amistad con el ciborg encargado de proteger su vida (a ver quién aguanta el desenlace en la fundición sin conmoverse). Geniales dosis de humor («¡Tenía que pasar en mi turno!»), el You could be mine de Guns N’ Roses y unos efectos especiales impresionantes que crearon época terminan de redondear una función prácticamente perfecta.
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