Adelantándose en posición a Akira (película con la que mantiene una suerte de rivalidad implícita por alcanzar la condición de referente máximo de la ciencia ficción animada nipona de todos los tiempos) aparece Ghost in the Shell, la obra maestra futurista de Mamoru Oshii (quien ya nos había demostrado su talento en la magnífica Angel’s Egg en 1985) basada en el popular manga de Masamune Shirow. Las influencias literarias (Neuromante, William Gibson, 1984) y cinematográficas (Blade Runner) son aprovechadas con mucha habilidad por el director no solo a la hora de plasmar en imágenes el oscuro, denso y sombrío mundo de la gran urbe donde se desarrolla la historia, sino también (y especialmente) a la hora de reflexionar sobre los límites de la interacción entre el ser humano y la tecnología, cada vez más difusos en un futuro cercano en el que el hombre y la máquina han alcanzado un nivel de interdependencia física y mental tan elevado que ya es imposible discernir dónde empieza lo uno y termina lo otro. La auténtica esencia del cyberpunk late en este thriller visionario que se ha ganado por derecho propio la calificación de obra de culto.
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