Y por fin nos topamos con el mítico origen de una de las sagas más importantes que ha alumbrado el género en las últimas décadas. Terminator fue la obra con la que James Cameron dio a conocer su talento al mundo, en un momento en el que le bastaba un presupuesto moderado para dar forma a sus fantásticas ideas: a base de maquetas, juegos de luces, técnicas como el stop motion y otros recursos discretos pero tremendamente efectivos y de gran valía artesanal, fue capaz de crear todo un universo propio, hermoso y sombrío, que alternaba imágenes de un futuro apocalíptico con otras de un presente en el que se libraría la primera batalla entre la raza humana y las máquinas que más tarde se rebelarían contra nosotros. La película dosifica con gran acierto las tensísimas escenas de acción y añade momentos dramáticos que nos implican en la historia hasta el punto de que finalmente vivimos la huida constante de Sarah Connor y Kyle Reese como si estuviésemos luchando junto a ellos por la supervivencia de nuestra raza. Una banda sonora de altura y el papel por el que Schwarzenegger sería siempre recordado ponen el broche de oro a este inolvidable film.
Hasta la vista, baby...
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