“Alicia empezaba ya a cansarse de estar sentada con su hermana a la orilla del río, sin tener nada que hacer […]. Así pues, estaba pensando […] cuando de pronto saltó cerca de ella un Conejo Blanco de ojos rosados. No había nada muy extraordinario en esto, ni tampoco le pareció a Alicia muy extraño oír que el conejo se decía a sí mismo: ‘¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Voy a llegar tarde!’”Lewis Carroll - Alicia en el País de las Maravillas
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