A estas alturas a nadie se le escapa que Pixar es sinónimo indiscutible de calidad cinematográfica. La tenacidad con que la compañía se ha empeñado en otorgar un lugar de honor a un género comúnmente considerado infantil ha dado sus frutos, y en parte gracias a ello hoy muchos adultos han comprendido que cuando el cine rezuma calidad no importa en absoluto el cauce formal elegido. WALL-E es una película de ciencia ficción plagada de homenajes (no podían faltar las referencias a 2001) que no carece de personalidad propia: ya deja una fuerte huella en el terreno de la animación al prescindir de la palabra y confiar a la narración estrictamente visual la primera media hora de metraje. Así es como la aventura de un pequeño robot diseñado para limpiar la basura de la faz de la Tierra (devastada y terriblemente contaminada en el año 2700) que se embarca en un viaje espacial con una nueva compañera robot llamada EVE fue objeto del aplauso unánime de crítica y público desde el mismo día de su estreno.
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