H. P. Lovecraft lo dejó muy claro: «La emoción más antigua y más intensa de la humanidad es el miedo, y el más antiguo y más intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido». John Carpenter, maestro indiscutible del terror moderno, debió de tener en cuenta esta premisa cuando filmó una de las cimas más altas de su carrera cinematográfica, la adaptación del relato de John W. Campbell Who goes there?, en el cual un equipo de investigadores que trabaja en una estación experimental de la Antártida queda aislado con un ente alienígena capaz de imitar cualquier forma animal o humana con la que entre en contacto. Este hecho provoca una constante sensación de paranoia en todos los personajes, que no pueden dejar de preguntarse: ¿es mi compañero un monstruo? (duda fácilmente extrapolable a nuestra realidad cotidiana). Carpenter logra un ejercicio de estilo frío como la nieve que todo lo cubre, inquietante como la propia partitura de Morricone, perturbador como su magistral desenlace.
No hay comentarios:
Publicar un comentario