No puede faltar nunca la obra de los pioneros. George Méliès, el mago del cine, uno de los primeros visionarios de la historia del séptimo arte, es el autor de este cortometraje que, en apenas un cuarto de hora, nos regala un despliegue de imaginación visual y fantástica puesta en escena, un prodigio de inventiva que goza del impagable sentido de la maravilla y que toma forma a través de la ya clásica historia de un grupo de astronautas que viajan a la Luna en su deseo por conocer lo que hay más allá de la estrellas. El film está lleno de momentos memorables (¿quién puede evitar esbozar una sonrisa ante la mera idea de una raza de selenitas que se convierten en humo a base de paraguazos?), pero sobre todos ellos se erige esa imagen del astro lunar antropomórfico con la cápsula espacial incrustada en uno de sus ojos, icono de gran fuerza plástica que nos retrotrae al punto cero de la ciencia ficción cinematográfica, al primer grano de arena de una inmensa montaña que no ha dejado de crecer, de sorprendernos y de fascinarnos desde aquel mágico inicio hace más de cien años.
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