Años 50. Estados Unidos. El macarthismo da sus últimos coletazos cuando Don Siegel estrena esta impagable obra de ciencia ficción con envoltorio de cine negro, máximo exponente del esplendor que alcanzó el género en su época dorada. Su inquietante argumento –en una pequeña localidad, algunos habitantes empiezan a comportarse de forma extraña y apática, como si hubiesen sido suplantados por réplicas sin personalidad– goza de una deliberada ambigüedad que ofrece aún hoy innumerables lecturas. ¿Es un alegato feroz contra la caza de brujas, la pérdida de identidad del individuo y la alienación de una sociedad paranoica que veía traidores en todas partes? ¿O es, por el contrario, una alegoría que trata de advertirnos de la intrusión subrepticia del enemigo en las filas aliadas? Todo depende del cristal con que se mire. Si consigue cautivarte, no olvides revisar a continuación el magnífico remake dirigido por Philip Kaufman en 1978.
No hay comentarios:
Publicar un comentario