Dos curas estaban hospedados en un convento para participar en un gran evento religioso. Para no incomodar a las hermanas que residían allí, los padres salían poco de su cuarto y tomaban el baño muy tarde, a fin de no encontrarse con ninguna de las monjas. Una noche, salieron de su celda para tomar el baño. Estando allí, se dieron cuenta de que no había jabón. Entonces, uno de ellos dijo:
“Yo tengo jabones en mi cuarto, voy a buscarlos”.
Pensando en ganar tiempo y sin imaginar que pudiera aparecerse alguien a esas horas, el padre fue a buscar los jabones completamente desnudo. Ya en su cuarto, tomó dos jabones, uno en cada mano, y se dirigió al baño, donde lo esperaba el otro padre. A mitad del corredor, se encontró con tres monjas, que se quedaron perplejas. Como no había donde esconderse, el padre se pegó a la pared y se quedó inmóvil, como una estatua. Las tres hermanas se acercaron a la estatua, admirando la perfección de la obra, hasta que una de ellas llevó una mano a los genitales y tiró del miembro del padre, que, asustado, dejó escapar un jabón. La segunda monja exclamó:
“¡Madre mía! ¡Es una estatua distribuidora de jabones!”.
Las hermanas se quedaron maravilladas y, para comprobarlo, otra hermana también tiró del miembro del padre, que inmediatamente soltó el otro jabón. Entonces, la tercera monja repitió la operación, pero no cayó ningún jabón. Intentó tirar una vez más, y otra vez, y otra vez, para recibir un jabón. Y… nada.
Pero, de repente, llena de entusiasmo, gritó:
«¡CHAMPÚ, CHAMPÚ, HERMANAS!»
Sor Pistola
Tomado de: https://lasorcitroen.wordpress.com/2008/09/22/jabones-de-convento/
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